martes, 17 de febrero de 2009

LO QUE CUENTA LA DERROTA:LAS HISTORIAS CONTADAS POR MUJERES QUE SUFRIERON LA REPRESION DURANTE LA GUERRA CIVIL Y EL FRANQUISMO OCUPAN MAS ESPACIO

Desde hace una década, la industria editorial no ha podido resistirse a rescatar y novelar testimonios de la represión durante la Guerra Civil y el franquismo. Poco a poco, además, la voz de las mujeres cobra más presencia. La escritora ya fallecida Dulce Chacón fue una de las primeras en tratar el tema con La voz dormida (1998), novela que recogía con una sugerente y estilizada prosa las voces reales de aquellas que sufrieron la cárcel franquista. Desde entonces, han sido muchos (sobre todo, muchas) los que no se han resistido a indagar en estas historias de miedo, venganza e incluso épica. Y de enfrentarse a la pregunta ¿cómo contar la Guerra Civil a partir de testimonios?

"Tener una buena historia no te garantiza nada. Al final, uno depende de uno mismo y de su talento. Y no se puede olvidar que los testimonios mienten como bellacos".
Hay que cuidarse de las historias reales, porque no todo es verdad
Esta es la premisa que manejó el escritor Jesús Ferrero (Zamora, 1952) para su libro Las trece rosas (2003), la novela que puso al descubierto el asesinato de 13 menores inocentes poco después de finalizar la Guerra Civil.

Aquello era una joya, pero tenía ante sí una tarea más complicada: trasladar el dolor de la muerte injusta al papel impreso para convertirlo en una narración que fuera más allá de la fría prosa de la tesis académica o de la profusión de datos del reportaje periodístico.

La profesora de Literatura en el Instituto Velázquez de Sevilla, Pura Sánchez (Benalúa, Granada), publica ahora, Individuas de dudosa moral. 1936-1958 (editorial Crítica), un ensayo poco típico donde se entretejen historias reales de mujeres que sufrieron la represión franquista y que tiene el don de leerse como una amena novela.

Aunque duela, el escritor debe entrar en el alma de los personajes
En su investigación, realizada en los archivos del Tribunal Militar de Sevilla, encontró innumerables historias, sentencias y números. Sin embargo, según cuenta desde su casa sevillana, a pesar de manejar 90.000 fichas casi inteligibles, su punto de partida estaba bien definido: "Lo que me interesaba era poner de relieve que la represión que habían sufrido ellas era muy distinta a la de ellos, porque a ellas se les atacó desde el punto de vista de la moral". También sabía otra cosa: "El relato lo tenía que hacer mío desde el principio". El ensayo no podía ser así una sucesión de testimonios.

Personajes al desnudo

Uno de los factores más importantes cuando un escritor maneja información tan sensible es conocer a fondo el interior de los personajes para volver a reconstruirlos. Jesús Ferrero pone un ejemplo: "Cuando yo me planté ante las 13 rosas, descubrí que una de ellas, Carmen, tenía una enfermedad cardiaca, por lo que, al tener esa espada de Damocles constante, su experiencia en la cárcel debía ser narrada de forma distinta a la de las otras chicas". Hay que ponerse en la piel.

Aunque al escritor le duela.

Un problema es la comunicación; muchas mujeres fueron anuladas
La periodista y escritora Llum Quiñonero (Alicante, 1954), que se deslizó entre historias de mujeres alicantinas de aquellos años de conflicto civil Nosotras que perdimos la paz (Foca, 2005); también se hizo un documental, Mujeres del 36, manifiesta que fue al intentar comprender a los personajes reales donde halló unas de las mayores dificultades.

La comunicación no fue sencilla porque se dio cuenta de que todas aquellas personas habían vivido en un mundo donde su propia historia les había sido negada. Romper esa barrera, "establecer una confianza plena y contarlo de una manera respetuosa fue bastante complicado", explica.

El punto de vista cambia cuando la represión se ha sufrido en las propias carnes. Juana Salabert fue una niña exiliada. Su padre, el periodista Miguel Salabert, tuvo que huir a París tras la Guerra, y allí fue donde ella nació y creció "viendo las grandes diferencias que existían entre la derecha francesa y la España franquista".
"Es necesario resaltar el coraje de las que sufrieron", dice Pura Sánchez
A pesar de entrar en el terreno de la anécdota, la escritora nunca olvidará "la vulgaridad masculina que se veía en las calles españolas" cada vez que regresaba a España para visitar a su familia.

El horror de nacer lejos de su país o de, simplemente, ser hija de represaliados le llevó a escribir Hijas de la ira. Vidas rotas por la Guerra Civil (Seix Barral, 2005), donde se encuentra su propia historia.

Para Salabert, que también ha publicado otras obras totalmente de ficción ambientadas en la Guerra como La noche ciega, era la forma de dignificar a aquellas niñas y adolescentes que habían sufrido tanto el conflicto como la primera época de la dictadura. "Algo que sí había vivido yo", comenta.

El morbo puede estar presente en muchos relatos y hay que evitarlo

Una de las características en todos estos libros es la admiración hacia sus protagonistas. Pura Sánchez, la autora de Individuas de dudosa moral, sostiene que no pudo impedir "resaltar el coraje de estas mujeres y la lucha contra toda desesperación".

Leyó sobre muchas y habló con otras como María González, que ahora tiene 84 años, y cuando comprobó que seguía teniendo una firmeza y una coherencia impresionante, sintió que tenía que incidir en ello. "Además, es una heroicidad muy poco reconocida porque parece que la épica que vale es la del hombre, que consiste en perder la vida en el intento". Llum Quiñonero insiste en que los testimonios de las mujeres que vivieron la guerra "son los de heroínas". Por eso, no se trata de inventar nada, sino de dejarlas que hablen. "Ese es su papel", dice.

Jugar con la ficción y apartarse de los hechos es otra posibilidad para tratar el material de los testimonios. Eso es lo que hizo Jesús Ferrero, quien se embarcó en el género de la novela en vez de en el del ensayo, lo que le proporcionó, además, una nueva herramienta de trabajo: la deducción. Y con buenos resultados: "Debo decir que ninguno de los familiares de las 13 rosas se ha quejado nunca de mi novela", afirma.

Si se habla de las mujeres, también hay que hacerlo de las falangistas

La melodía narrativa

Cuando se trabaja con la vida, el tono de la narración es muy importante. Mucho más cuando se trata de testimonios trufados de sangre y humillaciones el relato de las mujeres rapadas es constante.

Según apuntan los escritores consultados, hay que atenerse a la rigurosidad, ya que el gran error es caer en el melodrama, en el sentimentalismo o incluso en el morbo. Este último fue precisamente uno de los peligros con los que se encontró Carmen Domingo (Barcelona, 1970) en su libro Mi hija Hildegart (Destino, 2008), que recrea el famoso asesinato de Hildegart Rodríguez, de 18 años, a manos de su madre, en 1933
Para huir del sensacionalismo, se centró en las informaciones aparecidas en el periódico La Tierra e intentó remarcar el ambiente político y cultural de entonces.

El peligro ideológico

La ideología es otro de los dilemas de aquellos escritores que trabajan con testimonios. La memoria siempre es selectiva. Llum Quiñonero sostiene que precisamente por esta razón nunca quiso dejarse llevar por el relato político, "sino por lo humano y personal. Por eso, las vivencias que recogí eran muy diferentes".
Carmen Domingo también siente que debe existir una distancia y una cierta autocrítica cuando se trata de narrar hechos reales. De hecho, en su libro Coser y cantar (Lumen, 2007), que narra la situación de las mujeres desde el fin de la Guerra hasta 1961, se centra en las mujeres falangistas y ella señala que tiene muy poco que ver con ellas "porque también formaron parte de la historia. No se puede hablar de mujeres sin nombrarlas a ellas".

De ahí que lance una piedra a las editoriales: "Después de innumerables libros sobre Manuel Azaña, ¿para cuándo una buena biografía de Pilar Primo de Rivera?". Una biografía quizá no, pero sí hay una entrevista de Prometeo Moya con ella: Ultimas conversaciones con Pilar Prim o de Rivera (Caballo de Troya).

La profesora Pura Sánchez, autora de Individuas de dudosa moral, reconoce que es difícil soslayar la propia ideología cuando se trabaja con temas históricos, pero hay que intentarlo. Aunque a uno mismo le moleste. " Yo no puedo dejar de contar, por ejemplo, que todos los republicanos consideraban el tema de la igualdad", argumenta Sánchez.

Todavía quedan muchos testimonios por contar. Apenas se sabe nada de cómo eran las relaciones en el frente. El problema son las fuentes. No van a estar ahí para siempre.

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