sábado, 1 de diciembre de 2007

SE BUSCAN TESOROS PERDIDOS EN EL RIO NILO




Un grupo de arqueólogos y buceadores egipcios ha emprendido el ambicioso y peligroso proyecto de recuperar los tesoros de la Antigüedad que yacen desde hace más de 3 mil años en el fondo del Nilo.

Bajo los lodos del mítico río, el tiempo ha enterrado obeliscos de 400 toneladas, esculturas faraónicas de granito y otras joyas que seis expertos del Departamento de Antigüedades Subacuáticas comenzaron hoy a rastrear en Asuán, en el sur de Egipto.

El director del departamento, Alaa Mahrus, explicó que la primera parte de la misión se dedicará a hacer un "mapa del tesoro", mientras que en fases posteriores se estudiará cómo sacar del río los objetos hallados.

El proyecto, como en tantas ocasiones, parte de un viejo anhelo. Los egiptólogos llevan décadas cavilando sobre las maravillas que oculta el Nilo bajo sus aguas, los tesoros que se perdieron en barcos hundidos o mientras eran cargados en las embarcaciones para ser transportados.

Hace un año, Zahi Hawass, jefe del Consejo Superior de Antigüedades e implacable supervisor de la arqueología en Egipto, preguntó a Mahrus si su equipo tenía la preparación para lanzarse al Nilo.

"Le dije que era difícil, porque nuestra experiencia y nuestra equipación siempre han servido para trabajar en el mar, pero inmediatamente nos entusiasmó la idea", recuerda Mahrus.

La primera misión abarca desde Asuán, de donde se extraía el granito con el que luego se erigieron las monumentales construcciones faraónicas, hasta Abidos, unos 300 kilómetros más al norte.

Hay muchas esperanzas de hallar restos en buen estado, porque el barro del río ha cubierto en muchos casos las antigüedades y porque la mayoría están hechas del resistente granito.

Sin embargo, ese mismo lodazal que ha contribuido a mantener intactos los tesoros del Nilo supone un obstáculo para su recuperación, ya que los hace difícilmente detectables.

Para ello, el equipo cuenta con un sistema de recolección de datos sísmicos llamado "boomer", que envía señales reflectantes sobre los estratos del lecho marino que permiten saber si hay algún "elemento no natural" bajo la tierra.

Junto al "boomer", un sónar detecta los artilugios más superficiales y un GPS señala el punto exacto donde se ha hecho el hallazgo.

Pero una vez que se ha localizado algo que puede ser un resto faraónico o tan sólo un vestigio de basura milenaria, comienza lo complicado.

Uno de los buceadores de la expedición, Taymur Ismail, explica que sumergirse en el Nilo ofrece muchas más dificultades que hacerlo en el mar y convierte la tarea en una misión peligrosa.

El agua dulce es mucho peor para bucear que la salada y la visibilidad es casi siempre muy limitada, pero, sobre todo, los buceadores temen una cosa: la fuerte corriente del río.

"El Nilo discurre de Sur a Norte y la corriente es fortísima. Tendremos que bajar atados al barco, porque si no, el río nos arrastrará", dijo Ismail, quien reconoce que, aunque no tiene miedo, sí está preocupado por lo que pueda pasar.

A Ismail y los otro cinco miembros de la expedición, que dirige sobre el terreno Zahi Hawass, les esperan a buen seguro muchas inmersiones infructuosas.

Pero en la expedición no todo van a ser palos de ciego, advierte Mahrus.

Los investigadores ya tienen la vista puesta en dos gigantescos obeliscos descubiertos en 1869 por el egiptólogo francés Auguste Mariette que, "según una vieja historia", cayeron al río veinte años más tarde cuando iban a ser trasladados desde Gamula, diez kilómetros al norte de Luxor, hasta El Cairo.

Los pilares pertenecen a la dinastía XVII (1650-1550 a.C.), y se cree que su construcción fue ordenada por el faraón Nethebara.

Si finalmente los recuperan, los obeliscos pasarán a formar parte del vasto legado que el Egipto de los faraones ha dejado en la Historia y que cautiva en todo el mundo con exposiciones como "Los Tesoros Hundidos de Egipto", actualmente en Alemania.

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