Cada día, sin fallar, entre el otoño del 134 antes de Cristo y el verano siguiente, Escipión el Africano recorría el perímetro de una muralla levantada en un paisaje de lomas, llanos y bosques cruzado por los ríos Duero y Tera. En el entrecejo del militar que había arrasado Cartago había otra fijación: Numancia, la ciudad celtíbera que humillaba a Roma con su resistencia en una guerra de casi dos décadas. Le costó lo suyo doblegarla. Cuando lo hizo, encontró más muertos que vivos. Los numantinos que habían resistido al hambre se suicidaron como pudieron.
De golpe, surgirán en el horizonte edificios de hasta 40 metros de altura
"Los restos no sufrirán", afirma el director del Museo Numantino
"Es el paisaje lo que ayuda a imaginar qué pasó", dice Amalio de Marichalar
De vuelta a Roma, en su paseo triunfal, el general exhibió a 50 supervivientes, luego vendidos como esclavos. Escipión devolvió a Roma el orgullo o la petulancia, según se mire, pero los propios romanos, impresionados, metieron a Numancia en la leyenda.
En estos 2.000 años, el paisaje que cabalgó Escipión ha perdido árboles y ha ganado casas, aunque sin profundas alteraciones. Es ahora cuando afronta una drástica transformación urbanística por varios frentes debido a la coincidencia de tres proyectos: la Ciudad del Medio Ambiente (CMA), impulsada por la Junta de Castilla y León; un polígono industrial del Ayuntamiento de Soria y una promoción de chalés en Garray, el municipio que alberga el yacimiento.
De golpe, irrumpirán en el horizonte industrias, casas, hoteles y edificios de hasta 40 metros de altura. "El impacto visual es muy importante, pero el problema es que tanto la Ciudad del Medio Ambiente como el polígono son legales al estar fuera de la zona arqueológica", sostiene Alfredo Jimeno, profesor de Prehistoria de la Universidad Complutense y responsable del plan director de Numancia.
No parece Jimeno de esos investigadores que desea encapsular la realidad en una urna para proteger la historia. Usa la arqueología para conocer el pasado y favorecer el presente. Cogió el yacimiento abandonado en 1994. Ahora recibe más de 60.000 visitas y ha ayudado a cimentar negocios en Garray. Lo que se avecina, sin embargo, le disgusta. "La Ciudad del Medio Ambiente impacta sobre el entorno y sobre un humedal, el Soto del Garray, que es un referente para explicar el paisaje celtíbero", sostiene el profesor.
Para entender Numancia conviene subirse al cerro y mirar. Se divisan siete columnas blancas que identifican cada uno de los campamentos de Escipión que reforzaban la muralla de nueve kilómetros. Hacia el Soto del Garray, se verán en breve otros hitos arquitectónicos. "Este paisaje permanece inalterado desde hace 2.000 años, ha sido un lugar de pastoreo, caza y recogida de leña, nos parece un despropósito localizar la Ciudad del Medio Ambiente ahí", reprueba Roque Ortega, presidente de la Asociación Soriana para la Defensa y el Estudio de la Naturaleza.
Paradójicamente es la razón elegida para emplazar ahí el proyecto. "Pretendemos demostrar que el desarrollo puede ser sostenible, es como pasar de las musas al teatro", defiende Carlos de la Casa, delegado territorial de la Junta en Soria.
Algunas obras menores ya han comenzado, a pesar de que la ley que aprobó la Ciudad del Medio Ambiente ha sido recurrida ante el Tribunal Constitucional por 50 diputados socialistas. "Guste o no, sea o no el sitio adecuado, va con todos los parabienes legales", insiste Carlos de la Casa, un historiador de formación que opina que los proyectos públicos en marcha no impactan sobre Numancia. De similar parecer es el director del Museo Numantino, Elías Terés. "No me opongo a ninguna actuación, Numancia tiene una vida de más de 5.000 años en los que el entorno ha evolucionado. La protección actual es suficiente para que los restos no sufran", expone.
El paisaje, rebaten otros, no es opinable y está amparado por una convención europea firmada por España. "Llama la atención el estrecho criterio paisajístico que se ha manejado: el paisaje no se circunscribe al hito, incorpora un sistema de vistas, panorámicas e impactos visuales", advirtió la Real Academia de Historia, a propósito de los efectos del polígono industrial, que dista entre 400 y 600 metros de La Rasa, uno de los campamentos de Escipión.
Lo que describieron Bécquer y Machado de la ciudad de Soria peligra para el Icomos, un organismo que asesora a la Unesco: "Hay una incidencia paisajística y ambiental contra los Bienes de Interés Cultural de Numancia y cerco romano, margen izquierda del Duero y casco antiguo de Soria", según el informe de ese organismo.
El manifiesto en defensa de Numancia, avalado por 10.000 firmas, cuenta con rúbricas internacionales de referencia, como el Instituto Arqueológico Alemán, el mismo donde el arqueólogo Adolf Schulten mostró a comienzos del siglo XX los restos que evidenciaban el lugar exacto del cerco de Escipión. "Lo que vale de Numancia no son las piedras, sino el paisaje que permite imaginar lo que allí pasó", aduce Amalio de Marichalar, nieto del aristócrata que cedió el terreno de Numancia al Estado y que ahora batalla contra la expropiación de tierras para el polígono de Soria II: "Litigamos con el objetivo de que el suelo se retrotraiga a la calificación de rústico. Considero un insulto que se nos diga que tenemos intereses de otro tipo.
Numancia es un valor universal". Un símbolo que tendrá pronto otro paisaje.
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