Las mejillas de la Madonna han vuelto a ser rosadas, y el rojo y el azul de su vestido brillan con más intensidad sobre un fondo de un paisaje de la Toscana. "Este paciente nos dio la mayor cantidad de escalofríos y noches sin dormir", ha asegurado Marco Ciatti, jefe del departamento de pinturas en el Opificio Delle Pietre Dure de Florencia, uno de los laboratorios de restauración estatales más prestigiosos de Italia.
Una curación lenta
"Pasamos dos años enteros estudiándolo antes de decidir si seguir adelante porque, con el daño que sufrió en el pasado, un intento de restauración podía salir mal", ha explicado Ciatti. Un equipo de profesionales con batas blancas y guantes de látex han recurrido a rayos X, escáneres TAC, reflectografías de rayos infrarrojos, lásers y microscopios para el laborioso proceso. Y aunque la estética se asimile a una sala de urgencias, no lo es. En este centro de Florencia se sana, pero sin la presión del tiempo. Lentamente. Además, el restaurador se predispone ante la obra en cuestión como "un doctor que trata al paciente como un todo en lugar de concentrarse en una enfermedad específica", según palabras el responsable del proyecto. "Probablemente, conozco el cuadro mejor que Rafael", ha asegurado Patrizia Riitano, otro de los miembros del equipo.
Símbolo de la Pasión
Rafael Sanzio (Urbino, 1483 - Roma, 1520) pintó el panel alrededor de 1506, todavía adolescente, a modo de regalo de bodas para Lorenzo Nasi, un rico comerciante. A finales de ese mismo siglo, el XVI, el cuadro se cayó y se estropeó gravemente. Aunque con dificultad, se pudo reconstruir. Años después, los rayos infrarrojos han permitido ver aún los clavos que se usaron para restaurarlo.
En el cuadro, figuran la Madonna y dos niños acariciando un jilguero. Los menores representan a un Jesucristo joven y a San Juan Bautista. El pájaro es un símbolo de la futura Pasión de Cristo, ya que dicho animal se alimenta de espinas.
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