Con la ayuda del investigador Santiago de Córdoba, José sabe que el 23 de abril de 1939 su abuelo fue "torturado y asesinado por los franquistas"
En casa de José, en Francia, la Guerra Civil nunca fue tabú. Siempre oyó hablar a su padre, Luis Campayo, de fusilamientos, fosas... En resumen, de los vencidos, cubiertos durante décadas por un silencio total. En Sorihuela del Guadalimar (Jaén), con menos de 1.300 habitantes, José percibe ahora las dimensiones de la represión con la excavación de la fosa donde están los restos de su abuelo Santiago.
Con la ayuda del investigador Santiago de Córdoba, José sabe que el 23 de abril de 1939 su abuelo fue "torturado y asesinado por los franquistas/falangistas". Oficialmente murió por "colapso cardiaco-asma bronquial". Pero un preso, Esteban Cintas, contó a la esposa de Santiago Campayo que su marido había sido torturado hasta morir. Incluso lo pincharon con banderillas y estoque. Santiago militaba en el PCE y fue juez de paz.
José quiere llevar sus restos a la cripta familiar, en Francia, y así hacer feliz a su padre, de 83 años, que no pisa el pueblo desde su exilio. Santiago tenía seis hijos y cinco hijas. Dos fueron fusilados y están en una fosa en Villacarrillo; también le mataron a cuatro yernos; otro hijo, al que daban por muerto, estuvo en la resistencia francesa. La excavación en la fosa del cementerio busca varios cuerpos. El primero en ser exhumado, según las arqueólogas Trinidad Caballero y Marisa Hoyos, no pertenece a un represaliado porque no hay signos de violencia. Los mayores recuerdan que fueron enterrados años después de la guerra dos desconocidos, así que podría ser uno de ellos. Pero también hay víctimas del franquismo. Se cree que están Antonio Morales, fallecido por disparos de la Guardia Civil, y Francisco Olivas, que murió ahorcado, ambos en abril de 1939. Y además hay dos maquis muertos por la Guardia Civil en abril de 1947, Cesáreo Morcillo y Jerónimo Muñoz.
"Mi padre quiere darle una sepultura digna"
El Ayuntamiento de Sorihuela publicó un bando por si algún familiar quería alegar sobre la exhumación. No hubo respuesta. La alcaldesa, Ana Belén Rescaldo (PSOE), lo tiene claro: el Ayuntamiento es competente para autorizarla. Al no tener dinero para ello, paga el Ministerio de la Presidencia. Pero el Consistorio facilita dos operarios y la Policía Local hace guardia de noche por si va alguien con malsanas intenciones.
En 2007, José Campayo pidió apoyo al presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Jaén, Miguel Ángel Valdivia, para exhumar los restos de su abuelo y llevarlos a Francia. Le dijo que esperase a la Ley de Memoria Histórica. Cuando se aprobó, insistió, y le volvieron a pedir que esperara. José creyó que ya había esperado demasiado. Recurrió al investigador Santiago de Córdoba y a la ARMH de Sierra de Gredos y Toledo. "Mi padre quiere darle una sepultura digna", explica José, que colabora en los trabajos. "Con la exhumación no se abren heridas, sino que se cierran. Mi padre se está curando. Está ilusionado como un niño", explica.
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