martes, 27 de enero de 2009

DOS LIBROS RECUERDAN, EN EL CENTENARIO DE LA MUERTE DE SALMERON, AL POLITICO DE LA PRIMERA REPUBLICA

A pesar de ser una de las figuras intelectuales y políticas más relevantes del siglo XIX español, Nicolás Salmerón Alonso (Alhama de Almería, 1837-Pau, 1908) es un ilustre desconocido cuando acaba de cumplirse el centenario de su muerte. Aquel presidente de la Primera República, que en 1873 dimitió de su cargo porque se negó a firmar unas sentencias de muerte, atesoró una de las trayectorias más representativas de un agitado siglo. Salmerón fue catedrático de Universidad, ministro de Gracia y Justicia y presidente del Congreso de los Diputados y de la República. Pero su vida estuvo también salpicada de exilios, cárcel y represiones de todo tipo. "En cualquier caso", señala la historiadora María Carmen Amate, "siempre puso su imperativo moral, la ética, por delante de otras consideraciones de conveniencia, egoísmo u oportunismo. Su vida fue la renuncia constante de un hombre íntegro, un símbolo de la Institución Libre de Enseñanza y, prueba de ello, la encontramos en su lucha contra la pena de muerte o contra la esclavitud. Por todo ello resulta escandaloso que Salmerón sea un presidente olvidado para la mayoría de españoles".

Para recuperar la memoria del filósofo y político almeriense, Amate ha escrito una biografía-cómic en colaboración con el dibujante J. M. Beltrán, titulada Nicolás Salmerón. La vida de un presidente de la República española (Arráez Editores), que se presentó en el Ateneo de Madrid. Este acto formó parte del homenaje que esta institución cultural rindió a Salmerón y que incluyó también la presentación de Doctrinal de antropología, una selección de cuadernos y de notas que el catedrático de Metafísica utilizaba para sus clases y que ha estado a cargo de Antonio Heredia, profesor de la Universidad de Salamanca. Una mesa redonda que estuvo coordinada por José Luis Abellán, presidente del Ateneo de Madrid, completó esta recuperación del legado de Salmerón.

A juicio de María Carmen Amate, que califica de "muy injusta" la ausencia de biografías sobre Salmerón, "el político almeriense representó lo mejor de la España del XIX". Influido por su padre, un médico liberal, y por su hermano mayor, que también fue un dirigente republicano, Nicolás sustentó toda su filosofía política en el krausismo, una doctrina liberal, laica y regeneracionista. "La biografía-cómic sobre Salmerón fue una iniciativa", comenta Amate, "pensada para los lectores más jóvenes como una forma más amena de dar a conocer su figura. No obstante, está pensada igualmente para un lector adulto. Hemos cuidado mucho el rigor histórico de forma que la mayoría de textos de los bocadillos del personaje de Salmerón se basan en frases que pronunció el dirigente republicano. Por ejemplo, su discurso cuando fue nombrado presidente en julio de 1873 y donde habla del derecho de todo hombre a la vida, a la libertad y a la dignidad, a ser protegido por el Estado, a no ser detenido arbitrariamente y de la extensión a la mujer de los derechos constitucionales, civiles y políticos".

Salmerón sustituyó, como presidente de aquella tempestuosa y agitada Primera República a Francisco Pi y Margall e intentó imponer el orden y hacer respetar las leyes en una España sacudida por las sublevaciones cantonalistas, los disturbios callejeros y las frecuentes amenazas del Ejército de intervenir en la política. No obstante, en un gesto que lo ha llevado a pasar a la historia con mayúsculas, Salmerón rechazó las presiones de los militares para restablecer los consejos de guerra y las penas de muerte. "La pena de muerte como materia de penalidad", manifestó, "no la admitiré nunca porque es contraria a mi conciencia, porque es contraria a mis principios y a los principios de la democracia". Tras dimitir como primera autoridad del país, Salmerón fue elegido presidente del Congreso y fue sustituido al frente de la República por Emilio Castelar.

La Restauración borbónica en el rey Alfonso XII, auspiciada por el político conservador Antonio Cánovas del Castillo, privó a Salmerón de su cátedra en la Universidad Central. Por ello se vio obligado a marchar al exilio en París. En la capital francesa, donde trabajó como traductor y abogado, fundó el Partido Republicano Progresista, junto a Manuel Ruiz Zorrilla. Una década permaneció con su mujer, Catalina García Pérez, y sus hijos en París hasta que en 1885 pudo regresar a España y recuperar su cátedra gracias a una amnistía decretada por el primer ministro liberal, Práxedes Mateo Sagasta.

Desde 1886 y hasta casi su muerte -acaecida en 1908 en la ciudad francesa de Pau durante unas vacaciones- Salmerón será elegido diputado republicano, una y otra vez, y se convertirá en palabras de Claudio Sánchez Albornoz en "la sombra de la República que un día habrá de llegar". En su epitafio se pudo leer que "dejó el poder por no firmar una sentencia de muerte".

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