miércoles, 22 de octubre de 2008

NUEVOS HALLAZGOS REFUERZAN LA HIPOTESIS DE QUE EL DOLMEN MALAGUEÑO DE MENGA TIENE MIL AÑOS MAS DE LO QUE SE CREIA



Junio de 2006. Durante las excavaciones que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía ha encargado realizar en el antequerano dolmen de Menga se localizan unas muestras de carbón en un sedimento intacto a la entrada del sepulcro megalítico. Los arqueólogos deciden enviarlas a analizar para obtener una cronología del uso del dolmen, cuya construcción fue fijada en torno al año 2500 antes de Cristo por parte de un equipo de investigación anterior.

Octubre de 2008. Han pasado dos años desde entonces y el profesor titular del departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada y miembro del Instituto Andaluz de Geofísica, Francisco Carrión, ha podido ya analizar detenidamente los resultados de la pruebas de carbono-14 hechas por la Universidad de Uppsala (Suecia). Estos arrojan dos cronologías: una del año 3790 a. C. y otra de 3730 a. C. Los datos le llevan ahora a investigar una nueva hipótesis: que Menga fue construida más de mil años antes de lo que se creía.

Carrión ha desvelado el hallazgo en Nantes (Francia), durante el congreso 'Tecnología de la antigua arquitectura del Oeste de Europa', celebrado hace unas semanas y al que fue invitado como ponente. En su intervención, titulada 'Dolmen de Antequera, Málaga (España). Análisis tecnológico I', Carrión disertó sobre los análisis arqueométricos, geoquímicos y geotécnicos realizados al dolmen; las aportaciones de la geología local y regional; el origen de las materias primas utilizadas y los estudios geofísicos hechos al sepulcro megalítico y sus inmediaciones. En este punto, el profesor citó las tres primeras dataciones que existen relacionadas con Menga y efectuadas por la Universidad de Uppsala a raíz de las pruebas de carbón localizadas: dos de ellas por debajo del atrio fechadas en 3790 y 3730 a. C. y una tercera que se halló en la base de construcción del túmulo -a cuatro metros de profundidad del punto más alto- y que ha sido fechada en 3640 a. C.

Tres fechas claves

«Las tres cronologías son totalmente coherentes y casi contemporáneas. Hablarían de un Neolítico reciente, mientras que la datación que se había realizado anteriormente situaban a Menga en plena Edad del Cobre», explicó Carrión. No obstante, el experto tiene la duda de saber si los restos de carbón que se localizaron en Menga pertenecen a los constructores del dolmen o a un asentamiento prehistórico anterior.

Para arrojar luz sobre estas hipótesis se van a enviar a los Laboratorios Beta de Estados Unidos otras tres muestras de carbón localizadas durante las excavaciones de Menga. «Estoy esperando el resultado de esas pruebas para llegar a una conclusión. El problema es que de dentro de la cámara funeraria sólo pude contar con las del túmulo y las del atrio, pero cuando llevemos a cabo la reposición del túmulo pretendo sacar nuevas muestras», avanzó Carrión, que tiene esperanzas de poder concretar su hipótesis con nuevos hallazgos.

Aunque aún no se sabe el origen exacto de las pruebas ya analizadas, lo cierto es que son las primeras dataciones científicas que se obtienen del dolmen de Menga y que podrían hablar de la fecha en la que empezó a construirse el túmulo funerario. «Estas dataciones son calibradas. La posibilidad de error es mínima, mientras que la que había de 2500 a. C. es relativa porque la hicieron 'a ojo'», puntualizó el profesor.

Singularidad de Menga

La nueva hipótesis que Carrión desveló recientemente ante otros arqueólogos en Nantes da mayor valor al yacimiento arqueológico. Aunque existen otros dólmenes en Andalucía del Neolítico reciente, es decir de hace 5.800 años, Menga es singular entre todos los dólmenes de Andalucía.

De los 300 dólmenes que hay en la región, todos están orientados a la salida del sol menos tres: uno en Cádiz, otro en Sevilla y el dolmen de Menga, en Antequera. La Arqueoastronomía defiende que los sepulcros megalíticos están orientados hacia el Este para agradecerle al sol los alimentos que se cultivaban. De ahí que los antepasados del hombre construyesen los dólmenes cuando comenzaba el otoño y se terminaba la época de recolección de las cosechas. Sin embargo, Menga no mira al Este, sino que está orientado hacia el Noreste o, lo que es lo mismo, hacia el Norte de la salida del Sol en el solsticio de verano. Esta orientación anómala teniendo en cuenta su fecha de construcción se debe a que los hombres prehistóricos decidieron alinearlo con la conocida Peña de los Enamorados por el carácter sagrado que le atribuían al montículo.

Media docena de motivos rupestres en el 'abrigo de Matacabras' de la Peña de los Enamorados y los restos de un pequeño dolmen a los pies del coloso con rostro humano llevaron al profesor de la Universidad de Sevilla, Leonardo García Sanjuan, a pensar que el hombre prehistórico confirió a la montaña un origen sagrado.

Su hipótesis se basaba en que mientras la mayoría de los dólmenes de España y Portugal están orientados hacia el orto solar en otoño -es decir, hacia el Este- Menga y El Romeral miran hacia la Peña de los Enamorados, donde por las pinturas rupestres localizadas debió de existir un lugar místico. La orientación hacia ella es, por tanto, una especie de tributo a ese lugar de ceremonias.

De hecho, si se traza una línea visual entre el túmulo de Menga y la Peña de los Enamorados, esta pasaría exactamente por donde están los motivos rupestres, según puso de manifiesto en su día García Sanjuán, que junto con el profesor Víctor Hurtado Pérez y otros especialistas de distintas universidades españolas y de la Universidad de Southampton realizaron una investigación para conectar el conjunto dolménico que dirige Bartolomé Ruiz con su entorno.

Además, Menga está construido con piedras de enorme tamaño. La más grande, la de la cubierta del fondo, mide seis metros de longitud y tiene una anchura de siete metros y, aunque parezca increíble, pesa unas 180 toneladas.

Su apariencia es la de una larga cámara ovalada de grandes piedras, con tres pilares en el centro de la galería dolménica. Detrás del último se localizó un pozo de agua que podría ser contemporáneo a Menga, según las hipótesis de Carrión, y que tiene 19,5 metros de profundidad, exactamente la longitud que tiene la cámara del yacimiento megalítico. No obstante, el dolmen entero mide 25 metros de largo y siete de ancho.

Grandes dimensiones

Su estructura demuestra que el hombre se había establecido ya en el lugar, donde contaba con agua abundante para él y sus animales y donde disponía de buenas tierras para su cultivo, no en vano La Vega era una zona encharcada durante la época prehistórica. La dimensión de este monumento megalítico presupone la existencia en la Antequera de entonces de una importante población. De hecho, las últimas investigaciones han puesto de relevancia numerosos poblados en las cercanías de los dólmenes.

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