sábado, 4 de octubre de 2008

EL MUSEO THYSSEN Y LA FUNDACION CAJA MADRID ANALIZAN EN UNA MUESTRA LA EVOLUCION DE LAS VANGUARDIAS DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL



Uno de los momentos más interesantes de la Historia de Arte occidental nace en los aledaños de la I Guerra Mundial. El Impresionismo había destilado dos titanes: Van Gogh y Cezanne, que, allá por los años 10, ya habían llevado al límite las rupturistas enseñanzas impresionistas e iban a iluminar las primeras vanguardias. Las más heroicas, experimentales y expresivas.

Si Cezanne fue considerado inspirador del Cubismo, de su derivación futurista y de la primera abstracción, Van Gogh, alma del expresionismo, influyó más en lo que podríamos llamar el componente connotativo de las primeras vanguardias: un sentimiento entre compasivo y exaltado que iba a teñir el contenido y la temática de todo el periodo.

Algo que se aprecia claramente en las obras que tienen como telón de fondo la guerra del 14. Éstos son, precisamente, los temas de la exposición '¡1914! La vanguardia y la Gran Guerra', en el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid.

Fatalistas o belicistas

Resulta sorprendente lo extraño que fue el tratamiento del tema bélico (hoy lo calificaríamos casi de políticamente incorrecto) por parte de estas primeras corrientes del arte nuevo.

Los creadores, o se presentaban fatalistas hasta el escalofrío, como Nolde, Valloton, Chagall, Klee, Zadkine, Schiele, Grosz, Kirchner, Dix, Steinhardt, Meider, Goncharova... o exaltadamente belicistas, como Bocione, Severini Kupka o el americano Hartley.

Entre los más abstractos, Kandinsky, Marc, Segonzac, Villon, Léger o el poeta Apollinaire, reinaba una tranquilidad, difícil de compartir pero digna de admirar (con cierto estremecimiento), que les permitió celebrar los elementos formales y una sintaxis basada en el ritmo machacón, los contrastes y el desequilibrio. Problemas que sus compañeros más figurativos también abordaron de forma menos evidente pero con idéntico entusiasmo.

Finalmente, lo que tienen en común estas 200 obras procedentes de museos de todo el mundo es su estructura vanguardista más que la representación de las trincheras, los soldados, los muertos, las bombas, los heridos, los sufrientes, los caballos, los que corren, los aviones...

Porque, pese a que todos los cuadros contienen algún elemento bélico reconocible, vemos mejor el color rojo, las espirales y las formas circulares o concéntricas, la línea curva o quebrada que delimita pequeños planos, la pincelada que se entrecruza para formar marañas de color roto en el lienzo o la ausencia de modelado. Parece que estuvieran más preocupados de cómo hacernos recordar en lugar de sobre qué debemos recordar. Un tipo de memoria incompatible con el afán moralizador.

Experiencia bélica

La sección 'Carga de profundidad' es la más excéntrica. Contiene la experiencia bélica de Zadkine, Chagal y Klee.

Nos dan a elegir: ¿Vemos la guerra como algo grotesco, como una oportunidad para exaltar la dignidad, o como ambas cosas? El estremecimiento que provoca el formalismo expresionista a la hora de expresar la paradoja es considerable, por eso la metáfora de la guerra alcanza aquí tanta fuerza.

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