viernes, 26 de septiembre de 2008

UN ESTUDIO RELACIONA LAS MELANCOLICAS OBRAS DE BEETHOVEN CON LA INTOXICACION DE PLOMO QUE SUFRIO EN LOS ULTIMOS AÑOS DE SU VIDA

«La cosa más triste jamás dicha con notas». Richard Wagner eligió estas palabras para describir uno de los últimos cuartetos de Ludwig van Beethoven, el Opus 131. Su etapa final contiene múltiples ejemplos de melancolía, incluso síntomas depresivos y de irritabilidad. Dos investigadores de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Vicente Rodilla y Carlos Garcés, han estudiado las obras finales de Beethoven y las han relacionado con el hallazgo de altos niveles de plomo en los cabellos del compositor.

La principal conclusión de los profesores valencianos es que esta «intoxicación por plomo» podría marcar la última época del compositor alemán, en la que se aleja del romanticismo y da muestras de ira y desesperación. Pero también de bruscos cambios, como en su última sinfonía, la Novena, «que es triste al principio y después tiene el Himno de la Alegría» en su cuarto movimiento.

Está documentado que Beethoven (1770-1827) era irascible, su humor se alteraba con facilidad, tenía conducta antisocial, se aislaba. El profesor de Toxicología Vicente Rodilla sostiene que podría padecer «saturnismo, por una elevada exposición al plomo». Eso explicaría su carácter iracundo.

Descubrimiento en sus restos

El descubrimiento de este metal pesado en los restos del maestro (confirmados por el ADN) data de hace ocho años. En realidad, matiza Rodilla, la Universidad de San José buscaba unos rastros de mercurio que, procedentes de un supuesto tratamiento contra la sífilis, habrían explicado la sordera del compositor. El mercurio no apareció, pero sí el otro metal. Estudios posteriores confirmaron una presencia de plomo cien veces superior a la normal. Las fuentes de la intoxicación, según diversas investigaciones, serían los diferentes tratamientos que recibió el músico en sus últimos años.

Sufrió múltiples punciones por la hinchazón de su vientre y el plomo se utilizaba en los apósitos contra éstas. «Aunque no podemos decir que fuera alcohólico, se sabe que Beethoven bebía grandes cantidades de vino y en la época se adulteraba con plomo porque le daba más dulzor», argumenta Rodilla. Además del vino blanco del Rin, el plomo del cristal (hasta un 25%) y el de un balneario visitado por el compositor explicarían su intoxicación. Otros síntomas refuerzan este 'envenenamiento', como los «cólicos, dolores articulares y de cabeza y su extraño comportamiento».

La tesis de Rodilla y el profesor Carlos Garcés, tenor lírico, la corroboran otros expertos. Así, el pianista Edwin Fisher destacó de la Sonata número 12, conocida como Marcha fúnebre, supone «una de esas obras psicológicas en las que Beethoven enseña sus expresiones íntimas y realiza una manifestación muy personal y profunda». De la Novena Sinfonía, el mismo Berlioz resaltaba su «majestuosidad sombría».

Los investigadores valencianos situarían hacia 1810 el comienzo de esta etapa de tristeza. La comprobación de que las últimas obras «se salgan de los cánones románticos de la época y sean tristes -subrayan los especialistas- puede significar que el dolor ya afectara a su mente y su creación fuera distorsionada por la enfermedad».

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