sábado, 6 de septiembre de 2008

TORRIJOS 1831 RECORDO LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN EL MUNICIPIO MALAGUEÑO DE ALHAURIN EL GRANDE



Por su situación geográfica como cruce de caminos, Alhaurín el Grande, al igual que sucedió con Cártama y Coín, estuvo ocupado por los franceses desde 1810 a 1812.

Dentro del plan general de operaciones elaborado por el gobernador francés de Málaga, barón de Maransín, Alhaurín el Grande adquirió una gran significado estratégico contrastado por el número de veces que es mencionado en los documentos elaborados por el estado mayor francés en Málaga.

Situado en la vertiente norte de la Sierra de Mijas, a 239 metros de altitud, volcado al Valle del Guadalhorce, y con el río Fahala y sus afluentes bañando su término, sus antiguas murallas y algunos de sus edificios más antiguos le daban la robustez necesaria, como para ser bien defendidos por una pequeña guarnición municionada, capaz y decidida.

Los franceses sabían que si los españoles superaban Coín, Alhaurín el Grande era el bastión que debía frenar la progresión del ejército de Ballesteros hacia el este del Valle del Guadalhorce. Por esa circunstancia pasaron con frecuencia por el pueblo, columnas móviles como las del coronel Berton, el comandante Thyrel o el capitán Serra. Estas tropas, como la de la propia guarnición, necesitaban vituallas para sus hombres y forraje para el ganado, por lo que la requisa de víveres a vecinos y campesinos de los alrededores fue constante

El 11 de febrero de 1812, la guarnición francesa de Alhaurín el Grande (que lo denominaba simplemente Alhaurín), la componían 200 hombres de 58º Regimiento de Infantería, bajo el mando del experimentado capitán Ricard.

Dos días después, un millar de soldados del ejército de Ballesteros, con el general al frente, atacaron el pueblo en los prolegómenos de la batalla de Cártama. Detrás de los fuertes muros, los franceses se defendieron con orden sobre los que intentaban de expugnar la plaza, que carecían de material de asalto adecuado y de artillería. La defensa de Ricard permitió que Maransín apareciera con refuerzos, desistiendo los españoles de su intento.

En los meses siguientes, Alhaurín el Grande vivió en la estrechez de la penuria y el hambre, ocupado por fuerzas enemigas que veían con indiferencia el patético estado de sus habitantes con rostros demacrados y cuerpos escuálidos, en sobresalto continuo por las esporádicas apariciones del ejército de Ballesteros.

Con arreglo a las disposiciones para la evacuación de las tropas francesas de Andalucía, en el verano de 1812, la tropa francesa de guarnición en Alhaurín el Grande, al igual que la de otras localidades de la provincia de Málaga, dispuso su marcha para cumplimentar la orden de Maransín de que se efectuase el 27 de agosto, fecha en la que la guarnición de Málaga capital también saldría por el camino de Antequera. La idea del estado mayor francés era que por el citado camino fueran confluyendo las diferentes guarniciones y destacamentos diseminados por la provincia, con el fin de que la columna marchara lo más reforzada posible.

En el caso de los efectivos franceses de Alhaurín el Grande, debían de seguir el itinerario de Cártama a Almogía. Allí continuarían la marcha con el resto de la columna Maransín.

Por entonces, la autoridad militar en Alhaurín el Grande era el capitán Chesnie, que dispuso durante el día anterior la evacuación con el mayor sigilo, con el fin de pillar por sorpresa tanto a los vecinos como a los enemigos a extramuros. A Chesnie se le había ordenado que, con su marcha, volara el convento de los franciscanos, su puesto de mando en los últimas semanas.

Los franceses partieron al amanecer, invadiendo un numeroso grupo de famélicos vecinos el convento, con el fin de conseguir los víveres que hubieran podido transportar en su retirada. Pero, de repente, una poderosa explosión lo envolvió todo, derrumbando muros y techos en medio de una asfixiante e inmensa polvareda. Murieron un total de 104 personas.

No es difícil calibrar los factores que conllevaron a aquella matanza. Los franceses, bien por orden o por no contar con medios para transportar pólvora, volaron en su retirada cuanto pudieron en la provincia de Málaga. Naturalmente, sin previo aviso. Los momentos de euforia por la marcha de quienes los habían sometido y humillados durante dos años, la ingenua curiosidad de ver sus alojamientos en el interior del convento, el ansia por hacerse con algo de valor en las estancias y, sobre todo, el hambre, no les hizo prevenir a aquellos desdichados vecinos un peligro que resultó mortal de necesidad

Muchos años después, con ocasión del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, la Asociación Torrijos 1831 ha querido estar presente en los lugares donde se desarrollaron aquellos trágicos sucesos, depositándose un ramo compuesto por flores del valle del Guadalhorce, en recuerdo de las víctimas que murieron en aquel solar.

Jesús Rivera evocó ante sus compañeros aquellos hechos luctuosos, con el siguiente final: “Durante dos terribles años, Alhaurín el Grande fue un pueblo sometido a todo tipo de vejaciones y ultrajes. Ante las requisas constantes, el hambre y la pobreza redujeron a sus habitantes a un terrible aspecto, de harapientos y figuras esqueléticas. ¡Nunca más cautivos!¡Por siempre, ciudadanos libres!”.

Más tarde y con Alhaurín el Grande al fondo, cerca del antiguo camino de Cártama, Jesús Rivera interpretó al general Ballesteros: “Luchamos por estas montañas y campos contra un enemigo tenaz que no entendía de retroceso alguno, y nos batimos en Coín y Alhaurín el Grande, también en la batalla de Cártama, quedando segada la vida de muchos de los nuestros sobre la hierva crecida durante el invierno.
Campos del valle del Guadalhorce, doscientos años contemplan una historia escrita aquí sin mayor testimonio que el de mi palabra y el susurro del viento”.

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