«El Marqués de Bradomín representaba la comedia frívola y galante, con el gesto del actor que declama un papel de repertorio».
Don Ramón María del Valle-Inclán regresa a las librerías y de su mano aquel Don Juan católico, feo y sentimental, aunque esta vez con un poso de cínico desengaño.
La editorial Espasa Calpe reúne en el libro «Inéditos» un conjunto de textos dispersos y un epistolario de 144 cartas (sólo cuatro eran conocidas hasta hoy) que jalona su biografía -desde que llegó a Madrid, en 1895, hasta 1935- y atesora entre sus líneas un almanaque de sus zozobras, metas, convencimientos y enfados.
«En sus primeras epístolas es un joven ilusionado, dispuesto a publicar sus textos y a sacar una revista. Después viene la amargura que le supuso la pérdida de su brazo, sobre todo porque pretendía ser actor. En estas misivas también aparece su relación con los libreros o la reflexión que se refiere a toda la amargura que ha pasado para lograr el éxito. También se aprecia la fe que tenía en su trabajo, en sus textos, sobre todo los dramáticos, y la seguridad de que, si hoy no, algún día tendrían respaldo», comenta Joaquín del Valle-Inclán, encargado de esta edición, cuyo prólogo redacta Manuel Alberca.
Estas páginas reúnen cuatro textos literarios: «Sevilla», «La muerte bailando», «Bradomín expone un juicio» y «La marquesa Carolina».
Pero es el primero, por su calidad, el que sobresale.
«Es una obra madura. Una continuación del ?Ruedo Ibérico? muy divertida que aporta una visión alegre y que arrastra al lector, que se deja llevar de inmediato por su prosa» , comenta Joaquín del Valle-Inclán.
Las otras dos obras son unos fragmentos más breves en los que recupera a uno de los personajes más famosos que ha dado su pluma: «Es un Bradomín diferente, completamente desengañado con opiniones extravagantes, como que en España nunca ha habido alzamientos, sólo asonadas de sargento».
Joaquín del Valle-Inclán incluye en su comentario una reflexión sobre un protagonista que nació en las Sonatas, pero que vivió toda la evolución literaria de su creador.
«Sí, es en parte un reflejo literario de Valle y comparte un camino semejante desde las sonatas hasta «El ruedo Ibérico».
Es más cínico.
De hecho, en su obra existe una brecha a partir de una fecha.
Antes, sus personajes eran heroicos.
Luego parte de estos desaparecen y surgen todos esos modelos que representan lo peor que hay en la historia.
El héroe desaparece y ocupa su espacio el contrahéroe, el hombre desengañado que contempla la evolución de España».
Estos textos revelan, también, parte del método de trabajo que seguía Ramón del Valle-Inclán en la redacción de sus obras y los problemas derivados de él.
«Su preocupación era siempre la tipografía. En lo demás, fue muy descuidado, como en la revisión de los textos. De hecho, existen bastantes erratas».
Uno de los problemas deriva de la costumbre que tenía de escribir todo en cuartillas.
«Cuatro o cinco cuartillas es un folio. Para 300 páginas hay miles de cuartillas, lo que provocan algunos problemas, como el cambio de numeración, que se traspapelen capítulos».
Cuando Valle-Inclán terminaba de redactar le daba el manuscrito a su mujer, que lo pasaba a limpio, pero también enmendaba lo que creía que eran faltas.
A estas correcciones se añadían las de la imprenta, lo que supone una cadena de injerencias en el original.
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