La prensa estuvo sometida a un control férreo.
El cine sufrió mutilaciones y cambios tan drásticos como convertir a una amante en hermana.
Algunos escritores estaban prohibidos aunque publicaran un libro de cocina.
Y canciones tan ingenuas como 'Cachito' o tan leves en su erotismo como 'Bésame mucho' no pudieron emitirse en la radio española hasta bien avanzados los años sesenta.
Los destrozos que causaron unos censores integristas hasta la caricatura, más franquistas que Franco y en muchos casos verdaderos indigentes intelectuales aún dejan huella en la cultura española, pese a que la transición política se inició hace tres décadas.
José Manuel Rodríguez 'Rodri', veterano periodista que ha trabajado en todo tipo de programas, sobre todo musicales, en Radio Nacional de España, publica ahora 'Una historia de la censura musical en la radio española' (libro-disco editado por el sello RTVE), un repaso salpicado de anécdotas sobre las canciones que fueron masacradas por la censura y las a veces incomprensibles razones que movieron a los vigilantes de la moral.
Esos seres grises y disciplinados que, alarmados por el «alto contenido erótico» de la letra del 'Rico vacilón' (hoy haría reír a un niño de ocho años) decidieron prohibir incluso la emisión por la radio de una versión... orquestal.
Eso se llama no dejar pasar ni una.
Rodríguez ha investigado en los archivos de RNE porque son los únicos en los que se llevaba un registro exhaustivo de los vinilos existentes en su discoteca, con rigurosas anotaciones del censor.
Su trabajo contempla la labor de los funcionarios de Información y Turismo durante una década, a partir de 1957, momento de la llegada a España de los microsurcos.
Se da la circunstancia de que las prohibiciones no afectaban a la venta de esos discos en las tiendas, sino a su difusión radiofónica.
De esta manera, se producía una censura para 'pobres', porque las clases media y alta podían adquirir los discos y escucharlos en sus casas.
Lo que no siempre quedaba claro era el motivo de la prohibición.
Hay casos narrados por 'Rodri' en su libro que no tienen explicación, ni siquiera poniéndose en la cabeza de censores mucho más obsesionados por el sexo que la inmensa mayoría de los mortales.
Porque el sexo fue la razón de la gran mayoría de las prohibiciones, seguida a mucha distancia por la política.
Sin embargo, hubo canciones vetadas que no hablaban de una cosa ni de la otra.
Es el caso de 'Cachito', un tema escrito por la mexicana Consuelo Vázquez e inspirado por su hijo pequeño, al que familiarmente llamaban así.
'Rodri' asegura no saber los motivos de la actuación censora, pero hay quien sostiene que los funcionarios pensaron que cuando la compositora hablaba de «Cachito, Cachito, Cachito mío, pedazo de cielo que Dios me dio» se estaba refiriendo... al miembro viril de un presunto amante.
Pero sucedió que la canción también la interpretaba Nat King Cole... y tampoco pudo emitirse.
Otra canción prohibida fue una de Mario Clavell, una de las voces más populares de los 50.
Se tituló 'El hombre es como el auto', que ha sido plagiado hasta la saciedad en baldosas de venta en chiringuitos de localidades playeras, explica que el varón hasta los 20 sólo maneja el acelerador, de 20 a 30 debe ser precavido en las curvas, hasta los 40 conviene que use el freno de mano, etc.
El ingenio del tema es más bien escaso, pero prohibir la canción por su contenido sexual induce a la risa.
Con esa mentalidad, no es extraño que 'Bésame mucho' fuera rigurosamente prohibida.
Reclamar besos, «como si fuera esta noche la última vez», era una provocación en toda la regla.
Otra canción más atrevida, 'Bésame morenita', del colombiano Álvaro Dalmar, también fue censurada.
«Bésame, morenita (...) que me está pidiendo que chupe, que chupe que es más sabroso, que beso y mordisco me sabe a poco».
Para los censores, eso debía rozar la pornografía.
Cualquier canción que introdujera una referencia siquiera metafórica a la religión en un contexto amoroso era inmediatamente prohibida.
Algunos ejemplos: «Ya todo el corazón te lo entregué. Eres mi fe, eres mi Dios, eres mi amor» ('María Elena', de Lorenzo Barcelata); «Y si ya no puedo verte, porque Dios me hizo quererte, para hacerme sufrir más» ('Historia de un amor', de Carlos Eleta Almarán); «Padre, no me arrepiento; no me da miedo la eternidad» ('El preso Nº 9', de Roberto Cantoral)...
Cuando se hilaba tan fino, era imposible que se permitiera la emisión de un tango de Enrique Santos Discépolo, el autor de 'Cambalache', titulado 'Chorra'.
Ese término se utiliza en lunfardo para decir 'ladrona', pero a ver quién se lo explicaba a los censores.
Por supuesto, en cuanto estos veían en las letras de las canciones metáforas del estilo del 'fuego de tus besos', el tema era vetado.
Lo paradójico era que algunas eran versiones en castellano de títulos en inglés que decían exactamente lo mismo, pero que en su lengua original eran autorizados.
De nuevo, la clase media-alta -que hablaba idiomas- tenía acceso a una música oculta para la mayoría.
Una de las canciones que sufrieron más alteraciones por efecto de la censura fue 'Ojos verdes', de Salvador Valverde y Rafael de León, que comienza con una frase famosa: «Apoyá en el quicio de la mancebía...».
La protagonista trabajaba en tal lugar, así que la canción fue prohibida.
Para eludir la censura, algunos intérpretes cambiaron el inicio: «Apoyá en la reja de mi casa un día...» o «Apoyá en la trama de mi celosía...».
Imperio de Triana, cuenta 'Rodri', la cantaba empezando así: «Sobre el agua clara que llevaba el río» y llegaba a cambiar varios versos más, pero ni aún así se la autorizaron para su difusión radiofónica.
Cómo iban a hacerlo, si no estaban permitidas cosas mucho más ligeras.
Que se lo pregunten si no a Digno García, que escribió una canción hablando de la piel, el pelo y la nariz (y nada más) de Brigitte Bardot, y fue prohibida porque el simple nombre de la actriz francesa ya sonaba pecaminoso
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