No se puede decir que a Josep Pla le gustara mucho Madrid. Y así lo dejó escrito.
Quien es probablemente el mayor escritor catalán del siglo XX, hoy quizá sería candidato al premio a la incorrección política. Llegado como corresponsal parlamentario el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la Segunda República, la capital le parecía un cúmulo de incomodidades sin ningún interés. Ahí va: la comida, "pésima"; los vinos, de "una pretensión grotesca"; ¿el cochinillo?, carne para "personas refinadas, decadentes y tristes"; ¿el teatro? "tan malo como la literatura que hacen los jóvenes"; la vida intelectual, "vacua e hiper-bólica, pasada de moda". Casi nada.
Denostó la comida y el vino local, pero admiró y elogió su vida social
Semejante retrato, implacable pero sin acritud, revive ahora en la muestra El Madrid de Josep Pla, en el Centro Cultural Blanquerna (Alcalá, 44) hasta el 24 de este mes.
En la villa y corte de Pla (1897-1981), sin embargo, no todo eran pullas. El "payés universal" -según Francisco Umbral- elogió el clima y el Prado ("Greco, Velázquez, Goya justifican no uno, sino muchos viajes a Madrid"). Y admiró, claro, los cafés y las tertulias. Captó el ADN local: "Si uno dispone de cierta simpatía, de una pizca de picante candor, no es tan cerrada [Madrid] como parece. En cambio, Barcelona, que de entrada parece tan abierta, es mucho más difícil de penetrar", comparaba Pla. "En Madrid, si uno dispone de suficiente simpatía, puede entrar en una u otra sociedad, aunque no tenga dinero. En Barcelona, al que no tenga dinero, por muy atractivo que sea, le va a resultar mucho más difícil".
Sobre un plano de la ciudad de los años treinta, la exposición recorre con fotografías y textos el paso del autor por la capital. Sobre todo en los años que van desde 1931 a 1936, la etapa republicana hasta la Guerra Civil. Fruto de aquella estancia es Madrid. El advenimiento de la república (1933), su gran fresco de la urbe, de un gran valor histórico, que describe unas calles dominadas por el entusiasmo ante el nuevo régimen. La bandera tricolor que se iza en el Palacio de Comunicaciones, en Cibeles, los tenderos (¡tan "vivarachos!") que inmediatamente retiran toda referencia monárquica de sus carteles. Qué impresión, de madrugada, ante el palacio Real cerrado, "tétrico, fantasmal, dramático".
Conservador y alérgico a toda agitación social ("la revolución no es más que un cambio brusco del personal dirigente"), el autor de El cuaderno gris pronto se distanció del nuevo orden. No podía tolerar el violento alboroto popular. Su perplejidad es absoluta ante la quema de la iglesia del convento de la calle de la Flor, cerca de la Gran Vía. "Es francamente curioso ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, el ojo lleno de curiosidad, una sonrisa festiva en la cara, mirando cómo sale el humo del convento". Muchas caras largas y tristes. "Casi me atrevería a decir que esta terrible insensatez ha gustado poquísimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada entre las personas conscientes, claro está".
Observador omnívoro y digresivo vocacional, Pla teje su dietario con fragmentos en los que habla de todo. Arquitectura, política, historia, arte y costumbres. Lejos de la literatura de imaginación y apegado a los hechos es claro y antirretórico. Su arma, la ironía; una aguja, decía, para reventar el globo de la vanidad. Así disecciona a los políticos: Manuel Azaña, "estadista, afrancesado y maquiavélico" (todo un elogio, viniendo de Pla); el populista Alejandro Lerroux, "de distinguida arrogancia". Y el comandante Franco, "tímido e intrigante, el típico personaje que se pasa la vida sentado en los cafés".
Admirador del Ateneo como foco irradiador de cultura, Pla radiografía a los literatos de la capital, como el intelectual Eugenio d'Ors ("gordo, ventripotente, considerable", envidioso de Ortega, que era un "gran orador"), el articulista Julio Camba ("Que sería un buen embajador, está fuera de toda duda. Juega al póquer como los ángeles") y a grandes potentados como el banquero Juan March, cuyo poder multimillonario deslumbra en las Cortes.
Su Madrid -"una ciudad de aristócratas, de funcionarios y de tenderos"- es una ciudad moderna y en ebullición. Rival de la capital catalana (que tampoco agradaba mucho a Pla): "Hacer más que Barcelona, ser más que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasión pueril". A ella sólo se acude, decía, por negocios o por ambición política. Como ni lo uno ni lo otro le interesaba, se aburría. Por eso se puso a escribir su dietario: "Mi ambición es nula, tanto la política como la literaria. Por lo tanto, ¿qué voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir. ¿Observar? Mi capacidad de observación es insignificante". Menudo socarrón.
Retazos de la historia
DIRECTOR:JESUS MANUEL CASTILLO RAMOS
sábado, 10 de abril de 2010
jueves, 8 de abril de 2010
REPORTAJE.EUROPA AVANZO SOBRE UN RIO HELADO.UNA MUESTRA Y UN ENSAYO REVISAN EL PROCESO DE CONSTRUCCION DEL CONTINENTE
En medio de una de las peores crisis financieras y económicas de los últimos 100 años, nos disponemos a atravesar el ecuador de la presidencia española de la Unión Europea, la primera desde que se pasó de 15 a 27 miembros, y la pregunta ya no es ¿para qué sirve Europa?, sino ¿qué es Europa? Una exposición en la Biblioteca Nacional, Europa en papel, y un ensayo del historiador José Enrique Ruiz-Domènec: Europa. Las claves de su historia (RBA), intentan, cada una a su modo, responder a esta pregunta.
Para el ensayista, el continente sería más romántico que ilustrado
Europa, por encima de los Estados y los imperios, son las ciudades
Lo primero que resulta obvio cuando cae el muro de Berlín y se cierra el despropósito de la guerra fría -aunque muchos se resistan todavía a reconocerlo sin tapujos- es que Europa no es Occidente. También, que hay periferias y periferias. Varsovia, por ejemplo, está más cerca de Bruselas que Madrid, y eso es algo que algunos eurócratas tardaron en asimilar.
"Europa no es Occidente", confirma Ruiz-Domènec, "puede ser occidental o no, pero su destino no puede ser occidental". La unificación de Alemania, añade, fue la unificación de Europa, en tanto que la guerra fría fue un periodo de excepción "porque fue diseñada por dos personas que, por razones obviamente diferentes, no querían que existiera Europa: Roosevelt y Stalin".
La exposición de la Biblioteca Nacional hace hincapié en la herencia de la Grecia clásica y sitúa en el Imperio Romano el punto de partida del sueño europeo. En los sistemas sociales, en el arte, en el derecho, en la literatura, en la filosofía, en la arquitectura o en los mosaicos de Pompeya. Una edad dorada que, de golpe, en el siglo V se precipita por un agujero negro -la edad oscura- que se prolonga hasta el mundo carolingio e incluso hasta bien entrado el segundo milenio, ya cerca del Renacimiento. Según esta teoría, el continente se recompone con la Ilustración.
Ruiz-Domènec, un medievalista, lo ve de otra manera. "No es Roma la que configura Europa. Uno de los prejuicios que más cuesta cambiar es la creencia de que Roma es un imperio europeo. Es un imperio panmediterráneo que perdura 10 siglos cuando en Occidente ya ha desaparecido".
¿Entonces, cuándo nace Europa? Cuando arranca la edad oscura con la caída del Imperio Romano (de Occidente). El historiador lamenta que nuestro sistema formativo no dé a ese periodo la importancia que tiene. Pocos saben quienes fueron Boecio -un Émile Zola avant la lettre-, Gregorio de Tours, Beda el Venerable o Alcuino de York, entre otros pensadores de aquel momento crucial de la historia.
Y en su libro relata cómo la multitud de pueblos que se movían del otro lado del límite que formaban el Rin y el Danubio, y cómo conocían perfectamente las ventajas de ser romanos, decidieron serlo. "La miseria no impulsa a un pueblo a emigrar lejos de su hogar, sino el deseo de imitar el mundo de los ricos", escribe. "La noche de san Silvestre del año 406 el Rin se heló. Miles de hombres mujeres y niños lanzaron los carromatos sobre el río, y el hielo aguantó. No necesitaron puentes para atravesarlo. Las tropas imperiales quedaron desbordadas por la avalancha; pero nunca sospecharon el papel que les reservaba la historia. Con ese gesto comenzaron las invasiones bárbaras en Occidente. La muralla se agrietó. Nunca volvería a restaurarse".
Fue entonces cuando nació Europa, asegura Ruiz Domènec. Y sólo un medievalista como él es capaz de explicarlo, porque trabaja con los orígenes y las raíces de forma interdisciplinaria: usando la antropología, la arqueología o la sociología.
"Europa es un juego de espacios políticos muy diversos en la que intervienen múltiples tradiciones, incluida la bizantina, que no podemos olvidar porque forma parte de un núcleo duro de Europa, que llega hasta Rusia". La historia del continente está hecha de contrapuntos y si no puede prescindir de Bizancio, menos aún de Occidente y de las dos grandes potencias marítimas periféricas: las islas Británicas y la península Ibérica. "Europa necesita seducir y evitar el aislamiento de Gran Bretaña y su escoramiento hacia Estados Unidos y también a España, que como a Inglaterra, le ha costado mucho integrarse".
¿Y la Ilustración? ¿No es ése el elemento definitorio de las sociedades europeas que nos lleva hasta el presente? Tampoco comulga del todo con esa idea. Europa sería más romántica que ilustrada. "La Ilustración francesa y alemana no se pusieron de acuerdo. El mundo de Goethe no logró establecer contacto con Les Lumières y la Revolución Francesa puso fin a los posibles contactos", explica. "De ese fracaso, el Romanticismo forma la síntesis. El Romanticismo se apropia de los valores de la Ilustración pero los subvierte. Y hoy en día el Romanticismo está en plena vigencia, lo que prueba que la Ilustración no cristalizó como los ilustrados hubieran deseado".
De ese Romanticismo salen algunos de los peores demonios de Europa. "Los fascismos son románticos, en buena parte, al menos en su caldo de cultivo: es la idea de la tierra, del sueño como terror. Todo esto no era pensable por la Ilustración, que hubiera creado otro tipo de Estados autoritarios, otro tipo de desastres si se quiere, pero no la locura del nazismo".
El Romanticismo sería el ideal sobre el que hemos construido la Europa actual. "Nos gusta el lugar que ocupa la tierra y la lengua de cada uno dentro de un cosmos más o menos ordenados; nos gustan las viejas ciudades reconstruidas, nos gusta Rotemburgo, Carcasona o el barrio gótico de Barcelona. El europeo ha creado su patrimonio cultural y nadie lo discute, pero esa reconstrucción, esa restauración de un pasado, es la antítesis del pensamiento ilustrado, que lo que proponía era deshacerse de un pasado oscurantista y construir encima de él, aun destruyéndolo. Y con el Romanticismo se cuela también la religión, el hecho religioso, que tiene ahora, en pleno siglo XXI una presencia extraordinaria. Si Jean-Paul Sartre levantara la cabeza nos tomaría por locos".
Europa, más que los Estados y los imperios, más que las religiones, son las ciudades. Y eso es algo que se ve con extraordinaria claridad en la muestra de la Biblioteca Nacional. Y Europa está construida sobre el sentido moral de los artesanos, de los constructores de catedrales, que no es una moral religiosa, sino un sentido del trabajo, de la relación humana, del imperativo categórico kantiano y del liderazgo moral de Max Weber.
"Los españoles no creemos"
Europa siempre ha funcionado a base de contrapuntos. No son los imperios los que la componen, ni Carlos V ni Napoleón, sino un mosaico complejo, contradictorio y complicado de gestionar, empezando por el hecho de la multiplicidad de lenguas. Ruiz-Domènec considera que el único sistema para que funcione es el de la música polifónica, que, "como es un invento medieval, es la armonía de lo diverso". Si tiene éxito, "Europa puede generar en el mundo la percepción de la armonía del universo".
La música es, en realidad, el lenguaje común de los europeos, el que no necesita traducción y se mueve por el continente, como el gran tejido con el que todo el mundo se entiende por encima de localismo y lenguas, y de religiones y clases. "Nadie pregunta cuando escucha una misa o una pasión de Bach si la escribió para una Iglesia pietista o católica, ni tiene otro interés que el anecdótico hecho de que Mozart fuera un niño católico que se hizo masón".
Pero Europa, el sueño europeo, pasa en estos momentos por el valle de las dudas. Nada es irreversible. La muestra de la Biblioteca Nacional enseña que al igual que ha construido espacios de libertad y sociedades justas -o que pretendían serlo-, ese aprendiz de continente -en realidad no más que un apéndice asiático- ha sido capaz de destruirlo todo. Por ejemplo, su esencia transversal todavía no se ha repuesto del práctico exterminio de las comunidades judías por los nazis, que hicieron desaparecer uno de los elementos claves de las sociedades europeas que actuaban como transmisores en el comercio, las finanzas, la cultura e incluso entre clases sociales y territorios. "Lo que se explica porque a los nazis les sobraba Europa".
Ahora se enfrenta a una gran ola migratoria, "un problema que viene del futuro y no del pasado, aunque tenga sus orígenes en él", explica, y lamenta la actitud de España "porque no está entendiendo los mensajes que lanza la comunidad islámica".
La presidencia española de la UE no ha generado más que el libro de Ruiz-Domènec y la exposición de la BN. En cualquier otro país las librerías dedicarían escaparates enteros para mostrar la avalancha de títulos que un acontecimiento similar hubiera generado. "Los españoles no nos creemos Europa, lo cual es muy peligroso porque la mayoría de las decisiones que afectan a nuestras vidas se toman allí".
Para el ensayista, el continente sería más romántico que ilustrado
Europa, por encima de los Estados y los imperios, son las ciudades
Lo primero que resulta obvio cuando cae el muro de Berlín y se cierra el despropósito de la guerra fría -aunque muchos se resistan todavía a reconocerlo sin tapujos- es que Europa no es Occidente. También, que hay periferias y periferias. Varsovia, por ejemplo, está más cerca de Bruselas que Madrid, y eso es algo que algunos eurócratas tardaron en asimilar.
"Europa no es Occidente", confirma Ruiz-Domènec, "puede ser occidental o no, pero su destino no puede ser occidental". La unificación de Alemania, añade, fue la unificación de Europa, en tanto que la guerra fría fue un periodo de excepción "porque fue diseñada por dos personas que, por razones obviamente diferentes, no querían que existiera Europa: Roosevelt y Stalin".
La exposición de la Biblioteca Nacional hace hincapié en la herencia de la Grecia clásica y sitúa en el Imperio Romano el punto de partida del sueño europeo. En los sistemas sociales, en el arte, en el derecho, en la literatura, en la filosofía, en la arquitectura o en los mosaicos de Pompeya. Una edad dorada que, de golpe, en el siglo V se precipita por un agujero negro -la edad oscura- que se prolonga hasta el mundo carolingio e incluso hasta bien entrado el segundo milenio, ya cerca del Renacimiento. Según esta teoría, el continente se recompone con la Ilustración.
Ruiz-Domènec, un medievalista, lo ve de otra manera. "No es Roma la que configura Europa. Uno de los prejuicios que más cuesta cambiar es la creencia de que Roma es un imperio europeo. Es un imperio panmediterráneo que perdura 10 siglos cuando en Occidente ya ha desaparecido".
¿Entonces, cuándo nace Europa? Cuando arranca la edad oscura con la caída del Imperio Romano (de Occidente). El historiador lamenta que nuestro sistema formativo no dé a ese periodo la importancia que tiene. Pocos saben quienes fueron Boecio -un Émile Zola avant la lettre-, Gregorio de Tours, Beda el Venerable o Alcuino de York, entre otros pensadores de aquel momento crucial de la historia.
Y en su libro relata cómo la multitud de pueblos que se movían del otro lado del límite que formaban el Rin y el Danubio, y cómo conocían perfectamente las ventajas de ser romanos, decidieron serlo. "La miseria no impulsa a un pueblo a emigrar lejos de su hogar, sino el deseo de imitar el mundo de los ricos", escribe. "La noche de san Silvestre del año 406 el Rin se heló. Miles de hombres mujeres y niños lanzaron los carromatos sobre el río, y el hielo aguantó. No necesitaron puentes para atravesarlo. Las tropas imperiales quedaron desbordadas por la avalancha; pero nunca sospecharon el papel que les reservaba la historia. Con ese gesto comenzaron las invasiones bárbaras en Occidente. La muralla se agrietó. Nunca volvería a restaurarse".
Fue entonces cuando nació Europa, asegura Ruiz Domènec. Y sólo un medievalista como él es capaz de explicarlo, porque trabaja con los orígenes y las raíces de forma interdisciplinaria: usando la antropología, la arqueología o la sociología.
"Europa es un juego de espacios políticos muy diversos en la que intervienen múltiples tradiciones, incluida la bizantina, que no podemos olvidar porque forma parte de un núcleo duro de Europa, que llega hasta Rusia". La historia del continente está hecha de contrapuntos y si no puede prescindir de Bizancio, menos aún de Occidente y de las dos grandes potencias marítimas periféricas: las islas Británicas y la península Ibérica. "Europa necesita seducir y evitar el aislamiento de Gran Bretaña y su escoramiento hacia Estados Unidos y también a España, que como a Inglaterra, le ha costado mucho integrarse".
¿Y la Ilustración? ¿No es ése el elemento definitorio de las sociedades europeas que nos lleva hasta el presente? Tampoco comulga del todo con esa idea. Europa sería más romántica que ilustrada. "La Ilustración francesa y alemana no se pusieron de acuerdo. El mundo de Goethe no logró establecer contacto con Les Lumières y la Revolución Francesa puso fin a los posibles contactos", explica. "De ese fracaso, el Romanticismo forma la síntesis. El Romanticismo se apropia de los valores de la Ilustración pero los subvierte. Y hoy en día el Romanticismo está en plena vigencia, lo que prueba que la Ilustración no cristalizó como los ilustrados hubieran deseado".
De ese Romanticismo salen algunos de los peores demonios de Europa. "Los fascismos son románticos, en buena parte, al menos en su caldo de cultivo: es la idea de la tierra, del sueño como terror. Todo esto no era pensable por la Ilustración, que hubiera creado otro tipo de Estados autoritarios, otro tipo de desastres si se quiere, pero no la locura del nazismo".
El Romanticismo sería el ideal sobre el que hemos construido la Europa actual. "Nos gusta el lugar que ocupa la tierra y la lengua de cada uno dentro de un cosmos más o menos ordenados; nos gustan las viejas ciudades reconstruidas, nos gusta Rotemburgo, Carcasona o el barrio gótico de Barcelona. El europeo ha creado su patrimonio cultural y nadie lo discute, pero esa reconstrucción, esa restauración de un pasado, es la antítesis del pensamiento ilustrado, que lo que proponía era deshacerse de un pasado oscurantista y construir encima de él, aun destruyéndolo. Y con el Romanticismo se cuela también la religión, el hecho religioso, que tiene ahora, en pleno siglo XXI una presencia extraordinaria. Si Jean-Paul Sartre levantara la cabeza nos tomaría por locos".
Europa, más que los Estados y los imperios, más que las religiones, son las ciudades. Y eso es algo que se ve con extraordinaria claridad en la muestra de la Biblioteca Nacional. Y Europa está construida sobre el sentido moral de los artesanos, de los constructores de catedrales, que no es una moral religiosa, sino un sentido del trabajo, de la relación humana, del imperativo categórico kantiano y del liderazgo moral de Max Weber.
"Los españoles no creemos"
Europa siempre ha funcionado a base de contrapuntos. No son los imperios los que la componen, ni Carlos V ni Napoleón, sino un mosaico complejo, contradictorio y complicado de gestionar, empezando por el hecho de la multiplicidad de lenguas. Ruiz-Domènec considera que el único sistema para que funcione es el de la música polifónica, que, "como es un invento medieval, es la armonía de lo diverso". Si tiene éxito, "Europa puede generar en el mundo la percepción de la armonía del universo".
La música es, en realidad, el lenguaje común de los europeos, el que no necesita traducción y se mueve por el continente, como el gran tejido con el que todo el mundo se entiende por encima de localismo y lenguas, y de religiones y clases. "Nadie pregunta cuando escucha una misa o una pasión de Bach si la escribió para una Iglesia pietista o católica, ni tiene otro interés que el anecdótico hecho de que Mozart fuera un niño católico que se hizo masón".
Pero Europa, el sueño europeo, pasa en estos momentos por el valle de las dudas. Nada es irreversible. La muestra de la Biblioteca Nacional enseña que al igual que ha construido espacios de libertad y sociedades justas -o que pretendían serlo-, ese aprendiz de continente -en realidad no más que un apéndice asiático- ha sido capaz de destruirlo todo. Por ejemplo, su esencia transversal todavía no se ha repuesto del práctico exterminio de las comunidades judías por los nazis, que hicieron desaparecer uno de los elementos claves de las sociedades europeas que actuaban como transmisores en el comercio, las finanzas, la cultura e incluso entre clases sociales y territorios. "Lo que se explica porque a los nazis les sobraba Europa".
Ahora se enfrenta a una gran ola migratoria, "un problema que viene del futuro y no del pasado, aunque tenga sus orígenes en él", explica, y lamenta la actitud de España "porque no está entendiendo los mensajes que lanza la comunidad islámica".
La presidencia española de la UE no ha generado más que el libro de Ruiz-Domènec y la exposición de la BN. En cualquier otro país las librerías dedicarían escaparates enteros para mostrar la avalancha de títulos que un acontecimiento similar hubiera generado. "Los españoles no nos creemos Europa, lo cual es muy peligroso porque la mayoría de las decisiones que afectan a nuestras vidas se toman allí".
domingo, 4 de abril de 2010
SUBASTAN UN EJEMPLAR DE LA REVISTA DONDE APARECIA POR PRIMERA VEZ SUPERMAN POR 1,5 MILLONES DE DOLARES
Un ejemplar del primer número de la revista Action Comics, donde por primera vez aparecía el superhéroe Superman, ha vuelto a marcar un precio récord al venderse en una subasta a través de internet por 1,5 millones de dólares. Hace un mes, un mismo ejemplar de la publicación que salió al mercado en 1948, llegó a alcanzar la cifra de un millón de dólares .
El número de la revista salió al mercado hace más de setenta años con un precio de diez centavos, una cifra irrisoria ante la millonaria cantidad que ahora ha pagado un amante de los cómics a través de la página web ComicConnect.com , con sede en Nueva York.
"Va a ser muy difícil batir este récord", aseguró el copropietario del distribuidor de cómics clásicos Metropolis Collectibles y de la web donde se realizó la subasta, Vincent Zurzolo.
Para el experto, se trata del cómic "literalmente más valioso del planeta", ya que es el único primer número de Action Comics -se calcula que circularía medio centenar de ellos en buen estado - que cuenta con un grado de excelencia en conservación de 8,5 puntos, una cualidad que le hizo superar el millón de dólares que en febrero pagó otra persona por otro ejemplar de ese mismo número.
La misma web vendió poco después un ejemplar de un cómic de Batman por 1.075.000 dólares, una cifra que Superman ha batido ahora con un ejemplar definido por los vendedores como "el máximo objeto de deseo de los amantes de los cómics" y cuya existencia se conoció a finales de la década de los 80.
"Durante cincuenta años, el cómic estaba escondido entre revistas de cine de los años 30, hasta que esas publicaciones fueron vendidas a un coleccionista de la ciudad de Pittsburgh (Pensilvania), que se sorprendió al encontrar a Superman junto a Clark Gable y Joan Crawford", señalaron los responsables de ComicConnect.com.
EL MISTERIO DE AGATHA CHRISTIE EN 73 LIBRETAS.LAS NOTAS DE LA ESCRITORA SE PUBLICAN POR VEZ PRIMERA EN ESPAÑA
No resulta difícil imaginar a Agatha Christie (Torquay, 1890- 1976) urdiendo un retorcido caso de asesinato, que por supuesto acabarán resolviendo las células grises de Hércules Poirot o la perspicacia menos insufrible de Miss Marple, mientras la gran dama del crimen degusta plácidamente una taza de té frente a su adorada costa del suroeste de Inglaterra.
Nunca le gustó encerrarse a escribir. Disfrutaba mucho más tramando las historias que dándoles forma literaria. Pero tampoco despachaba el andamiaje de sus libros con el único soporte de su proverbial memoria, como suponían los más suspicaces ante lo prolífico de su producción. En realidad, la autora de Diez negritos y Asesinato en el Orient Express anotaba constantemente sus ideas sobre argumentos, personajes o localizaciones, reciclaba las tramas y les daba mil y una vueltas, en unos cuadernos que siempre llevaba encima. El reciente rescate de esa colección de entre el legado de archivos de Christie nos abre una ventana al proceso creativo, caótico y fascinante, de la novelista más publicada de todos los tiempos, además de sacar a la luz dos relatos cortos que permanecían inéditos.
El contenido de esas 73 libretas de tapas rojas, azules, verdes o negras, similares a las que utilizaban los escolares de la época, "representan su mundo interior en papel", subraya el irlandés John Curran, responsable de escrutarlas e interpretarlas en el libro Agatha Christie. Los cuadernos secretos, que acaba de publicarse en España. Fueron descubiertos hace un lustro, a raíz de las obras de remodelación de su mansión veraniega de Greenway, un paraje campestre de Dover. Pero sólo la paciente inmersión de Curran en 7.000 páginas de notas escritas con una caligrafía endiablada logra exponer ahora la materia prima que nutrió ocho decenas de novelas detectivescas y piezas teatrales como Testigo de cargo o La ratonera. Desde el esbozo esquemático de "ideas elementales y aprovechables" hasta ilustraciones sobre los posibles escenarios del crimen, pasando por los argumentos alternativos que se planteó y las escenas que suprimió. En la génesis de Muerte en el Nilo, por ejemplo, era la señorita Marple quien se disponía a viajar a Egipto, aunque finalmente le sustituyó Poirot protagonizando uno de sus casos más famosos.
La novelista a quien se atribuye unas ventas de 2.000 millones de ejemplares en todo el planeta "no concibió que sus cuadernos fueran a ser examinados por ojos ajenos", explica Curran. El archivero tuvo que lidiar con unas anotaciones sin orden ni concierto y sin fechar en su mayoría donde las pesquisas del arrogante hombrecillo belga aparecían súbitamente interrumpidas por una lista de regalos o por los planes de embalaje cuando la casa de Greenway, estratégicamente situada en el litoral de Devon, fue requisada por la US Navy durante la II Guerra Mundial.
Christie comenzó a llenar libretas en los años veinte, década que arrancó con la publicación de su primer libro, El misterioso caso de Styles. Aquella hija de una rancia familia victoriana, concibió a su Poirot de resultas de una apuesta con su hermana Madge y acabó convertida en una superventas.
"Los cuadernos secretos nos muestran a una Agatha Christie que trabajaba intensamente esas historias sólo simples en apariencia. No escribía como Jane Austen, pero era un genio del género detectivesco, una gran creadora de tramas", sentencia Curran. El libro adjunta dos relatos cortos inéditos con la sorprendente inclusión de un personaje calcado a Hitler. Las 21 páginas de La captura de Cerbero, escritas en 1939 para completar una colección de 12 casos de Poirot (Los trabajos de Hércules), giran en torno a la desaparición de un dictador nazi. El editor las rechazó porque su sesgo político, cuando las tensiones en Europa auguraban una nueva guerra, no casaba con el tipo de lectura escapista que se esperaba de la autora. Christie nunca desperdiciaba una idea, y si no le funcionaba simplemente la aparcaba para retomarla años después, pero en esa ocasión al parecer dejó olvidada la historia en un cajón. "Escribía tanto que incluso a veces confundía los títulos de sus novelas", explica Curran para avalar su teoría.
El incidente de la pelota del perro, que dataría de 1933, sí es puro Agatha Christie, con un encantador pueblo inglés, una señora entrada en años con parientes avariciosos y su oportuna caída por las escaleras tras tropezar con el juguete del fox terrier. En este caso el relato fue reutilizado en una novela larga, El testigo mudo, publicada cuatro años después, pero la autora eligió a un asesino diferente, por lo que el original descubierto ahora mantiene la intriga de cómo afrontará Poirot el último de sus casos.
Nunca le gustó encerrarse a escribir. Disfrutaba mucho más tramando las historias que dándoles forma literaria. Pero tampoco despachaba el andamiaje de sus libros con el único soporte de su proverbial memoria, como suponían los más suspicaces ante lo prolífico de su producción. En realidad, la autora de Diez negritos y Asesinato en el Orient Express anotaba constantemente sus ideas sobre argumentos, personajes o localizaciones, reciclaba las tramas y les daba mil y una vueltas, en unos cuadernos que siempre llevaba encima. El reciente rescate de esa colección de entre el legado de archivos de Christie nos abre una ventana al proceso creativo, caótico y fascinante, de la novelista más publicada de todos los tiempos, además de sacar a la luz dos relatos cortos que permanecían inéditos.
El contenido de esas 73 libretas de tapas rojas, azules, verdes o negras, similares a las que utilizaban los escolares de la época, "representan su mundo interior en papel", subraya el irlandés John Curran, responsable de escrutarlas e interpretarlas en el libro Agatha Christie. Los cuadernos secretos, que acaba de publicarse en España. Fueron descubiertos hace un lustro, a raíz de las obras de remodelación de su mansión veraniega de Greenway, un paraje campestre de Dover. Pero sólo la paciente inmersión de Curran en 7.000 páginas de notas escritas con una caligrafía endiablada logra exponer ahora la materia prima que nutrió ocho decenas de novelas detectivescas y piezas teatrales como Testigo de cargo o La ratonera. Desde el esbozo esquemático de "ideas elementales y aprovechables" hasta ilustraciones sobre los posibles escenarios del crimen, pasando por los argumentos alternativos que se planteó y las escenas que suprimió. En la génesis de Muerte en el Nilo, por ejemplo, era la señorita Marple quien se disponía a viajar a Egipto, aunque finalmente le sustituyó Poirot protagonizando uno de sus casos más famosos.
La novelista a quien se atribuye unas ventas de 2.000 millones de ejemplares en todo el planeta "no concibió que sus cuadernos fueran a ser examinados por ojos ajenos", explica Curran. El archivero tuvo que lidiar con unas anotaciones sin orden ni concierto y sin fechar en su mayoría donde las pesquisas del arrogante hombrecillo belga aparecían súbitamente interrumpidas por una lista de regalos o por los planes de embalaje cuando la casa de Greenway, estratégicamente situada en el litoral de Devon, fue requisada por la US Navy durante la II Guerra Mundial.
Christie comenzó a llenar libretas en los años veinte, década que arrancó con la publicación de su primer libro, El misterioso caso de Styles. Aquella hija de una rancia familia victoriana, concibió a su Poirot de resultas de una apuesta con su hermana Madge y acabó convertida en una superventas.
"Los cuadernos secretos nos muestran a una Agatha Christie que trabajaba intensamente esas historias sólo simples en apariencia. No escribía como Jane Austen, pero era un genio del género detectivesco, una gran creadora de tramas", sentencia Curran. El libro adjunta dos relatos cortos inéditos con la sorprendente inclusión de un personaje calcado a Hitler. Las 21 páginas de La captura de Cerbero, escritas en 1939 para completar una colección de 12 casos de Poirot (Los trabajos de Hércules), giran en torno a la desaparición de un dictador nazi. El editor las rechazó porque su sesgo político, cuando las tensiones en Europa auguraban una nueva guerra, no casaba con el tipo de lectura escapista que se esperaba de la autora. Christie nunca desperdiciaba una idea, y si no le funcionaba simplemente la aparcaba para retomarla años después, pero en esa ocasión al parecer dejó olvidada la historia en un cajón. "Escribía tanto que incluso a veces confundía los títulos de sus novelas", explica Curran para avalar su teoría.
El incidente de la pelota del perro, que dataría de 1933, sí es puro Agatha Christie, con un encantador pueblo inglés, una señora entrada en años con parientes avariciosos y su oportuna caída por las escaleras tras tropezar con el juguete del fox terrier. En este caso el relato fue reutilizado en una novela larga, El testigo mudo, publicada cuatro años después, pero la autora eligió a un asesino diferente, por lo que el original descubierto ahora mantiene la intriga de cómo afrontará Poirot el último de sus casos.
jueves, 1 de abril de 2010
TOGORES PUBLICA YAGÜE, EL GENERAL FALANGISTA DE FRANCO
Este libro es fruto de una profunda investigación exclusiva en el archivo de Juan Yagüe. Archivo que ha sido objeto de pleito entre sus herederos y que ha podido ser consultado por el autor antes de ser entregado en custodia al Estado.
Una documentación que contiene más de 20.000 cartas, diarios privados, informes confidenciales y secretos, hojas de servicio y todo tipo de documentación oficial y privada Juan Yagüe ha pasado a la historia como El carnicero de Badajoz al ser el general que condujo a las tropas sublevadas durante la campaña de Extremadura.
Mucho más allá de esta asociación, este militar fue uno de los altos oficiales con más influencia en el ejército sublevado, su mejor táctico y uno de los hombres más cercanos a Francisco Franco.
Compañero de promoción y amigo personal del Generalísimo; legionario en la guerra de Marruecos; comandante de las tropas africanas durante la sublevación de Asturias en 1934; militante falangista convencido y amigo de José Antonio; comandante del ejército sublevado en Extremadura y durante la cruenta batalla del Ebro; Ministro del Aire tras finalizar la guerra; conspirador contra Franco para
entrar en la Segunda Guerra Mundial en el bando alemán y capitán general de Burgos desde donde combatió al maquis. La vida de un hombre calve y polémico que por fin ve la luz gracias a Luis E. Togores que nos presenta un capítulo más de la historia reciente de nuestro país que a nadie dejará indiferente.
Incluye más de cincuenta fotografías inéditas del archivo personal del general Yagüe
sábado, 27 de marzo de 2010
VENDEN UNA COPIA DE LA LISTA DE SCHINDLER
La firma M.I.T. Memorabilia, especializada en la venta de documentos históricos, vende por 2,2 millones de dólares (1,6 millones de euros) una copia de la lista que Oskar Schindler elaboró durante la II Guerra Mundial para salvar a más de mil judíos del horror nazi.
El diario Daily News ha informado en su edición digital que la lista fue elaborada por el mismo Schindler (1908-1974) y su contable Itzhak Stern (1901-1969), lleva fecha del 18 de abril de 1945, tiene 13 páginas y contiene 801 nombres con fechas de nacimiento y profesiones.
Se trata de la única copia que queda en manos de un coleccionista privado de la famosa lista de Schindler, que hiciera famosa la película del mismo nombre que dirigió Steven Spielberg.
El director de esa casa de subastas del estado de Nueva York, Gary Zimet, indicó que venderá el documento "al primero que lo quiera", señala el diario, que recuerda que sólo unas cuantas copias de aquella lista que salvó a más de mil judíos se han conservado y pertenecen a algunos museos de Estados Unidos e Israel.
El diario Daily News ha informado en su edición digital que la lista fue elaborada por el mismo Schindler (1908-1974) y su contable Itzhak Stern (1901-1969), lleva fecha del 18 de abril de 1945, tiene 13 páginas y contiene 801 nombres con fechas de nacimiento y profesiones.
Se trata de la única copia que queda en manos de un coleccionista privado de la famosa lista de Schindler, que hiciera famosa la película del mismo nombre que dirigió Steven Spielberg.
El director de esa casa de subastas del estado de Nueva York, Gary Zimet, indicó que venderá el documento "al primero que lo quiera", señala el diario, que recuerda que sólo unas cuantas copias de aquella lista que salvó a más de mil judíos se han conservado y pertenecen a algunos museos de Estados Unidos e Israel.
domingo, 21 de marzo de 2010
REPORTAJE.UN INFINITO PANTEON DE LAS LETRAS.J.CARLOS MAINER COORDINA LOS NUEVE TOMOS DE LA MONUMENTAL "HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA".
José Carlos Mainer (Zaragoza, 1944) se siente "insólitamente vacío" por vez primera en su vida. Catedrático de Historia de la Literatura en la Universidad de Zaragoza, el gran especialista en la Edad de Plata española, considerado pionero de la historia de la literatura como historia cultural, se siente así porque, lector voraz y trabajador incansable, tras casi tres años se acaba de liberar de la dirección de un monstruo de 6.500 páginas. Son las que conforman la Historia de la Literatura Española que lanza Crítica, obra que se ha estrenado con el sexto volumen, Modernidad y nacionalismo 1900-1939, 828 páginas que firma el propio Mainer.
La empresa está llamada a ser un hito en la filología española. Hace tres décadas que no se publica una obra de estas características, desde que en 1979 Ariel decidiera editar una Historia de la Literatura Española dirigida por hispanistas ingleses y cuyo volumen destinado al siglo XX revisó ya el propio Mainer. Entre otros más de por medio, el último gran intento fue en Espasa en 1998, con el hoy presidente de la RAE Víctor García de la Concha, ambiciosa obra de la que sólo aparecieron cuatro tomos.
"Que hasta ahora no haya salido otra responde sólo a un tema comercial: al calor de los cambios políticos de los se quiso orear el panorama y el mercado casi se saturó; desde entonces, una excelente producción de estudios filológicos permite una masa crítica que justifica que se revise a partir de una historia literaria", expone Mainer como muestra, una vez más, de su capacidad de leer en clave de historia cultural.
Otro elemento diferenciador es la estructura que tendrá la Historia..., que arranca con la Edad Media y sigue con sendos volúmenes para los siglos XVI a XIX. El XX, iniciado por Mainer, lo completará uno que llegará hasta 2009, el más delicado. Así, cada tomo tendrá cuatro bloques: el primero, una especie de pensamiento literario del momento, al que seguirán aspectos de la industria cultural, el patrimonio literario (fijándose más en los textos que los autores) y un cuarto titulado Textos de apoyo. Ese y el primero, iconoclastas en una obra así.
"He pedido que cada tomo arranque con un interrogante sobre el campo literario, entendido a partir del concepto de Pierre Bordieu, mientras debían acabar no tanto con la clásica antología de textos sino con documentos de historia literaria, como opiniones de un autor o entrevistas".
Coherente con su manera de ser que le impide moralmente tener discípulos ("porque conlleva que uno sea maestro"), Mainer ha sido generoso tanto en la elección de sus colaboradores como en el supuesto canon que acaba imponiendo toda obra de esta índole. "Entre los autores no están quizá los más previsibles pero he buscado gente que, por trayectoria académica y obra publicada, entendiera una historia de la literatura con escasísimas notas, bibliografía capital asumida y capaces de escribir un ensayo de alta divulgación; es la única manera que esta obra no se fosilice en poco tiempo", justifica.
Sobre el canon, enumera ufano: "la literatura siempre tiene que ver con otras artes, por eso, en mi caso cito generosamente a El Greco y a Goya, o me permito resaltar la figura de María Guerrero o incorporar ausencias injustificables como el Joan Maragall articulista en castellano o el Eugeni d'Ors del Glosario, mucho más divertido que Ortega y Gasset". Los periodistas Corpus Bargas y César González Ruano, el novelista Benjamín Jarnés, el tapado de la Generación del 27 Alonso Quesada, Gabriel Miró y hasta un engarce inédito entre el Pío Baroja y el Antonio Machado de los años veinte como "los dos grandes nihilistas de esa década" son algunas de las aportaciones de su volumen.
Si bien se citan autores catalanes, gallegos y vascos, sus literaturas no están inseridas en cada tomo.
En uno de los dos tomos transversales que tendrá la obra, dedicada a El lugar de la literatura española, estarán, según el autor, "las influencias mutuas entre la literatura española con el resto de las letras peninsulares, las relaciones con una literatura europea cuya noción ningún país ha inventado y, claro, con la literatura hispanoamericana, con una etapa de literatura colonial, un siglo XIX común y un XX con su emancipación y desde el que nos dictan las pautas". ¿Y eso? "Hasta los años sesenta había una unidad de mercado hoy del todo inexistente, una división que oculta una retórica que se mantiene pero que aguantará lo que aguantará".
Por algún jirón entrevisto al final del prólogo general, se intuye que esta obra puede ser un punto final en la trayectoria intelectual de Mainer. "Lo que está claro es que no escribiré ya más sobre la Edad de Plata ni una obra de tanto empeño". Y también está convencido de que es un canto del cisne del sector editorial en papel: "Una obra de tal envergadura es muy cara y dificultosa; pero le garantizo que no hay nada para leer como el papel y el formato página". Vendrán, pues, otras historias de quizá otras literaturas.
La empresa está llamada a ser un hito en la filología española. Hace tres décadas que no se publica una obra de estas características, desde que en 1979 Ariel decidiera editar una Historia de la Literatura Española dirigida por hispanistas ingleses y cuyo volumen destinado al siglo XX revisó ya el propio Mainer. Entre otros más de por medio, el último gran intento fue en Espasa en 1998, con el hoy presidente de la RAE Víctor García de la Concha, ambiciosa obra de la que sólo aparecieron cuatro tomos.
"Que hasta ahora no haya salido otra responde sólo a un tema comercial: al calor de los cambios políticos de los se quiso orear el panorama y el mercado casi se saturó; desde entonces, una excelente producción de estudios filológicos permite una masa crítica que justifica que se revise a partir de una historia literaria", expone Mainer como muestra, una vez más, de su capacidad de leer en clave de historia cultural.
Otro elemento diferenciador es la estructura que tendrá la Historia..., que arranca con la Edad Media y sigue con sendos volúmenes para los siglos XVI a XIX. El XX, iniciado por Mainer, lo completará uno que llegará hasta 2009, el más delicado. Así, cada tomo tendrá cuatro bloques: el primero, una especie de pensamiento literario del momento, al que seguirán aspectos de la industria cultural, el patrimonio literario (fijándose más en los textos que los autores) y un cuarto titulado Textos de apoyo. Ese y el primero, iconoclastas en una obra así.
"He pedido que cada tomo arranque con un interrogante sobre el campo literario, entendido a partir del concepto de Pierre Bordieu, mientras debían acabar no tanto con la clásica antología de textos sino con documentos de historia literaria, como opiniones de un autor o entrevistas".
Coherente con su manera de ser que le impide moralmente tener discípulos ("porque conlleva que uno sea maestro"), Mainer ha sido generoso tanto en la elección de sus colaboradores como en el supuesto canon que acaba imponiendo toda obra de esta índole. "Entre los autores no están quizá los más previsibles pero he buscado gente que, por trayectoria académica y obra publicada, entendiera una historia de la literatura con escasísimas notas, bibliografía capital asumida y capaces de escribir un ensayo de alta divulgación; es la única manera que esta obra no se fosilice en poco tiempo", justifica.
Sobre el canon, enumera ufano: "la literatura siempre tiene que ver con otras artes, por eso, en mi caso cito generosamente a El Greco y a Goya, o me permito resaltar la figura de María Guerrero o incorporar ausencias injustificables como el Joan Maragall articulista en castellano o el Eugeni d'Ors del Glosario, mucho más divertido que Ortega y Gasset". Los periodistas Corpus Bargas y César González Ruano, el novelista Benjamín Jarnés, el tapado de la Generación del 27 Alonso Quesada, Gabriel Miró y hasta un engarce inédito entre el Pío Baroja y el Antonio Machado de los años veinte como "los dos grandes nihilistas de esa década" son algunas de las aportaciones de su volumen.
Si bien se citan autores catalanes, gallegos y vascos, sus literaturas no están inseridas en cada tomo.
En uno de los dos tomos transversales que tendrá la obra, dedicada a El lugar de la literatura española, estarán, según el autor, "las influencias mutuas entre la literatura española con el resto de las letras peninsulares, las relaciones con una literatura europea cuya noción ningún país ha inventado y, claro, con la literatura hispanoamericana, con una etapa de literatura colonial, un siglo XIX común y un XX con su emancipación y desde el que nos dictan las pautas". ¿Y eso? "Hasta los años sesenta había una unidad de mercado hoy del todo inexistente, una división que oculta una retórica que se mantiene pero que aguantará lo que aguantará".
Por algún jirón entrevisto al final del prólogo general, se intuye que esta obra puede ser un punto final en la trayectoria intelectual de Mainer. "Lo que está claro es que no escribiré ya más sobre la Edad de Plata ni una obra de tanto empeño". Y también está convencido de que es un canto del cisne del sector editorial en papel: "Una obra de tal envergadura es muy cara y dificultosa; pero le garantizo que no hay nada para leer como el papel y el formato página". Vendrán, pues, otras historias de quizá otras literaturas.
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