domingo, 1 de febrero de 2009

EL COCODRILO QUE VISTE A LA MODA.LACOSTE CUMPLE 75 AÑOS



«Esto es una pija que va por el desierto y, de repente, ve un cocodrilo y grita: '¡Me va a atacar un Lacoste!'». Son muchos los chistes en relación a esta marca francesa y su vínculo con determinadas clases sociales. Nunca pasa desapercibida. No hay nadie en el planeta que no sepa de esta empresa y no haya visto o vestido el polo original. Su imagen se ha transformado con cada época y se renueva con el paso del tiempo, como si hubieran hecho un lifting al cocodrilo más longevo de la historia textil. Este famoso reptil, que introdujo importantes novedades en el mundo de la moda, celebra ahora los 75 años de su nacimiento en las canchas de tenis.

Este depredador, aunque parezca extraño, no es fruto de la inspiración de ningún estilista, sino que vio la luz por una suma de necesidad y pura casualidad. Los padres de un frágil muchacho francés no conseguían mejorar la salud de su hijo, que cada dos por tres cogía un resfriado. El médico les ofreció infinidad de remedios, pero el chico no mejoraba. Un día, el doctor sugirió que el joven practicara algún deporte para fortalecerse. Junto a la casa de la adinerada familia se levantaba un selecto club de tenis, donde fue matriculado. Lo que no podía imaginar nadie es que ese niño pronto comenzaría a cosechar éxitos y se convertiría en una figura de la raqueta.

El enfermizo joven se llamaba René Lacoste. Un apellido que ha dado mucho que hablar en las mejores pasarelas internacionales. Aunque sus conocimientos de moda eran escasos. Su única preocupación era poner a sus contrincantes contra las cuerdas.
El joven Lacoste encadenaba una victoria tras otra, y en 1927 arrebató por primera vez la Copa Davis a los americanos, formando con los otros tres grandes del tenis francés de los años veinte el grupo de los mosqueteros. No dejaban escapar ninguna competición: triunfaron tres veces en Roland Garros, dos en Wimbledon y en el Open de los Estados Unidos de Forest Hill. El juego de Lacoste era agresivo y voraz como un aligator: devolvía constantemente la pelota al adversario, y cuando éste se cansaba lanzaba una dentellada definitiva. Esta estrategia de juego le valió en la Prensa el seudónimo de el cocodrilo'.

Pero la indumentaria deportiva le incomodaba. Por aquella época, los tenistas empleaban siempre unas camisas de manga larga almidonadas e incómodas, que no dejaban transpirar el sudor y almacenaban la humedad. Harto de enlazar un catarro tras otro, propuso a un amigo que diseñase una camisa de tela transpirable. Así nació el polo Lacoste, con un tejido a base de petit piqué, es decir, una rejilla que permitía filtrar el sudor.

Pero aún le faltaba el símbolo que luciría en la solapa. A tenor de su sobrenombre en las canchas, un amigo de Lacoste dibujó en 1927 un cocodrilo -más grande que el que ahora se comercializa-, y el tenista no dudó. A modo de broma, un día colocó esta ilustración con un imperdible en la americana para salir a jugar.

Desde entonces, todos sus compañeros le solicitaron un polo como el suyo, que facilitaba el juego por su comodidad. Todo un negocio. Así, al terminar su etapa deportiva, Lacoste se pasó a la moda. Y se asoció con André Gillier, propietario y presidente de la compañía francesa de géneros de punto más potente de la época, para fabricar la camisa bordada y toda una serie de modelos de ropa deportiva para tenis y golf.

El resto es todo números: cada año se venden bajo el sello de Lacoste unos 59 millones de productos. Esto representa una facturación de 1.582 millones de euros, al estar presente en 110 países con una red de tiendas de deportes y en los comercios minoristas especializados. Un compendio de 1.010 tiendas del cocodrilo -130 establecimientos en España- y más de 2.000 puntos de venta en centros comerciales de todo el mundo.

Da escalofríos pensar en el brutal crecimiento que ha experimentado esta idea gestada en la pista de juego. «No estoy seguro de que él fuera consciente de todo esto, pero sí que estaba muy orgulloso de todo el trabajo realizado para hacer aún más famoso a nuestro cocodrilo y también del éxito de nuestro negocio familiar», reconoce el nieto del gran tenista y el director de relaciones externas, Philippe Lacoste.

Del tenis al golf

La familia y el deporte resultan un vínculo inseparable para esta marca francesa. René Lacoste se casó con la laureada jugadora de golf Simone Thion de La Chaume, tuvo cuatro hijos, 17 nietos y 14 bisnietos. Hasta el momento sólo tres allegados han ocupado cargos directivos en la compañía: Bernard Lacoste, hijo del fundador, que fue presidente de la empresa familiar desde 1963, y dos nietos aún presentes en el negocio. Y es que el clan lleva a rajatabla una política especial a la hora de contratar a algún familiar. Antes de admitirle en la firma debe probar su valía en empresas ajenas al grupo.

En cuanto al tenis, el cocodrilo sigue prendido al pecho de grandes campeones como Andy Roddick, Richard Gasquet o Arnaud Clement, y de muchos profesionales del golf.
Pero, a partir de 1960, la marca dejó de vincularse únicamente a prendas deportivas para desembarcar de lleno en el diseño de ropa informal. Lacoste disfruta de un tranquilo navegar con diversas líneas de productos. Sus prendas y accesorios interesan tanto a las personas que marcan tendencias como a aquellos que gustan de ir elegantes. Recientemente, el jefe de alta costura de Christian Lacroix fue elegido director creativo. Y su tarea principal ha sido la de revisar la imagen de la compañía y añadir un giro urbano a los básicos de ropa deportiva.

El genuino cocodrilo verde ha cambiado de color y de tamaño, aunque aún hay quien asocia el símbolo al esnobismo, como un polémico vídeo de las Juventudes Socialistas que llevó a Lacoste a tomar medidas legales. Todo fue por una grabación en defensa de la asignatura de Educación para la Ciudadanía donde dos jóvenes, uno del PSOE y otro del PP, competían en un concurso televisivo. El popular vestía un polo con un cocodrilo y sus respuestas eran todo lo insustanciales que cabía suponer en un pijo redomado.

Desde Lacoste no tardaron en responder que su empresa es «apolítica y democrática» y que no se identifica con ningún sector de la población. Aunque es innegable la conexión de esta marca con cierto elitismo, que se produjo con su llegada a España, de la mano de Josep y Armand Basi, como ropa de tenis, un deporte que por los años sesenta aún no se había generalizado. El tópico aún acompaña al caimán, pero no empaña la celebración de sus 75 años.

Estrellas de cine y líderes de opinión de todos los partidos usan polos de Lacoste. Y en la calle desde niños a ancianos exhiben en sus solapas el reptil verde o plateado con su hocico rojo. Más grande o pequeño, sobre rayas, lisos y todo tipo de colores y tejidos. Pero también está presente en calzado, bolsos, relojes, gafas... Siempre como imagen de calidad, comodidad y elegancia. Sin duda, René Lacoste ganó su mejor partido al convertir una prenda deportiva en un icono de la moda y hacer visible una marca.

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