viernes, 14 de noviembre de 2008

RETRATO DE UNA CRIADA DE PROVINCIAS

La editorial El Nadir ha publicado 'Ragotte', un relato del escritor francés de mediados del XIX y principios del XX

Jules Renard es un escritor de citas. Sembró su existencia (entre 1864 y 1910) de ingenios, muy socorridos, después para aliñar textos y añadir un "como dijo Jules Renard...". Vila Matas es muy fan del señor Renard. Porque aparte de tratarse de un hombre de citas, es un escritor de diario, género tan afín a Vila Matas. Como les ha ocurrido a otros (Cesare Pavese o André Gide), su diario es su más recordada aportación a las letras, su gran monumento.

Renard fue en su tiempo un hombre público, de la farándula parisina, autor de novelas y teatro, pero nunca apartó su mirada del pasado, de su pasado. Nacido en provincias, en Nièvre, y de origen humilde, nunca dejó de incidir en su fascinación por la clase baja, por el trabajador rural.

Pobre y currante es Ragotte, la protagonista, heroína y título del extraño relato que nos propone ahora la editorial El Nadir. Unas muy bellas ilustraciones de Felix Vallotton, dibujos al carboncillo de un árbol, unas manzanas sobre una mesa o un chamizo pueblerino decoran el lento transcurrir de esta obra en esta cuidada edición.

La escritura del texto esconde a un narrador que, muy discretamente, aparece y desaparece, siempre en torno a Ragotte, pues se trata de un retrato de una criada en provincias. Su estructura es muy peculiar. Adopta un tono costumbrista, de estilo llano, que de tan sencillo y desnudo se hace casi evanescente, y, a la vez, aflora en cada página la ínfula de la ruptura.

Impresionismo literario
De pronto un personaje dice algo, de pronto una consideración sobre el campo, alguien hace algo. Todo de pronto, como en una sucesión de armónicos trompicones o brochazos. Se desarrolla pues un impresionismo literario para componer a Ragotte, la clásica madre de familia que es tan pobre como bondadosa, tan sufrida como paciente. Entre los cuatro capítulos que hay se suceden multitud de minicapítulos, titulados 'La pobre Ragotte', o 'La mecedora', o 'El espejo', que también generan esa suerte de 'efecto estampa' emocional.

Sus palabras sencillas, a la vera de su 'ama' o de su marido, Philipe, transmiten siempre ingenuidad, paz y melancolía. En ese sentido el retrato no tiene aristas, ni oscuros pasajes, todo es luminoso y triste, y con olor a campo.

- ¿Cree en el paraíso Ragotte?

- Por Dios, sí señor.

- ¿Espera ir?

- No he hecho ningún mal.

- ¿Piensa que Philipe irá?

- Escuche Ragotte, qué preferiría, estar sola en el paraíso o con Philipe en el infierno?

- ¡Oh! -exclama Ragotte- yo casi no creo en el infierno.

Azotada por la muerte de un hijo, "el pequeño Joseph", movida por el nervio ante la boda de su hija Lucienne, en conversación con su querida señora Gloriette, la sencilla sufridora despliega su amor rural allá donde va. Alma sin mácula, da vida a ese prototipo de héroe moderno, el del día a día, generoso, más bien pobre, sin resentimientos de clase.

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