martes, 11 de noviembre de 2008
EL MUSEO DEL PRADO SIGUE DESARROLLANDO SU GRAN EXPOSICION DE LA TEMPORADA:"REMBRANDT.PINTOR DE HISTORIAS"
Llama la atención que el Museo del Prado sólo cuente con un cuadro de Rembrandt, 'Artemisa', un lienzo que en su día adquirió el marqués de la Ensenada y que herederó la pinacoteca. Una ausencia que se palia, desde el pasado 15 de octubre y hasta el 6 de enero, con la exposición 'Rembrandt. Pintor de historias'. La muestra recorre las diferentes etapas del maestro holandés, gracias a los préstamos de grandes instituciones del mundo.
La razón por la que el artista tiene tan poca presencia el El Prado, frente a contemporáneos como Rubens o Tiziano, está en las pésimas relaciones que mantenían Holanda y España en pleno siglo XVII.
La guerra con los antiguos territorios hacía que nuestro país mirara más hacia Italia, que hacia el enemigo para sus adquisiciones, según explica Alejandro Vergara, comisario de la muestra y jefe de conservación de pintura flamenca del Prado. El que el holandés vendiera su obra en el mercado de Ámsterdam a la burguesía explica que muchos de sus títulos continúen en manos privadas.
Con un propósito eminentemente didáctico, Vergara ha ordenado la exposición de un modo cronológico, lo que deja clara la trayectoria de Rembrandt: del artista "jocoso, cómico y altivo" de los primeros años, que puede verse en el primer 'Autorretrato' que abre la muestra, al "gran coreógrafo melodramático" de su época de mayor esplendor -cuyo mayor ejemplo es 'Sansón', en la que se aprecia y casi se siente el dolor del protagonista-, terminando en la "introspección, en la serenidad moral" de sus últimos años.
Ha sufrido la bancarrota, ya no vende como solía y deja la teatralidad de lado. Prefiere las escenas más íntimas, como en 'Betsabé', prestada por el Louvre. La amante del rey David lee la carta del monarca en la que le explica que la hará suya y que matará a su marido. Ella mira al futuro: sabe que le espera una tragedia.
El paseo propuesto cierra el círculo: de nuevo Rembrandt, ahora viejo, con una risa que alude al antiguo Zeuxis, un pintor de la Edad Antigua que falleció mientras retrataba a una anciana fea. Rembrandt también se ve de bruces con la muerte.
La exposición está compuesta por 46 obras, cinco de ellas estampas y seis pertenecientes a Tiziano, Rubens, Velázquez y Veronés, que sirven de contexto: "Nos ayudan a entender mejor a Rembrandt, pero no para competir ni para comparar", explica el comisario.
Su intención es que fuera una monográfica del pintor basada en un único aspecto: el holandés como narrador. "Buscamos la claridad para entender en profundidad al artista y es más fácil verlo a través de un sólo género".
Conocido por sus retratos, Rembrandt quiere trascender, pasar a la historia del arte y por ello se embarca en temas bíblicos o mitológicos. Pretende superar la consideración de simples artesanos que los pintores del siglo XVII tenían para sus coetáneos. "Tiene a Rubens como su modelo. Busca éxito y dinero, y quiere ser una gran figura. Tiene a un mito vivo pero también quiere aportar originalidad", añade Vergara.
Para Miguel Zugaza, director del Museo, la oportunidad que se presenta es única. "La poderosa presencia de sus obras completa al Prado" y, a la vez, la pinacoteca "tiene que ofrecer algo al gran maestro holandés: Rembrandt se encuentra en su casa, entre sus 'padres'".
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