El notario de la Guerra de la Independencia se llamó Francisco de Goya y a través de su obra puede comprenderse el conflicto del que ahora se cumplen 200 años. El artista sufrió el dolor y la violencia y la trasladó a sus lienzos con una fuerza que es capaz de llegar al espectador de hoy sin necesidad de intermediario ni explicación.
El Museo del Prado ha reunido 200 de sus obras en una muestra que se abrió el próximo 15 de abril y que consigue sumergir al visitante en una época convulsa, donde ni vencedores ni vencidos se libran de que la posteridad contemple sus excesos.
"Es una reconstrucción de su diario, que refleja su profundo desánimo por la caída de sus ideales", afirma el director de la institución, Miguel Zugaza.
La muestra, dividida en cuatro periodos y titulada 'Goya en tiempos de guerra', incluye, además de 90 pinturas, decenas de aguafuertes, litografías y dibujos. "La exposición es dura, no da pie a un optimismo vital", advierte la comisaria, Manuela de Mena.
Las obras, un tercio de ellas pertenecientes a otras instituciones y a coleccionistas particulares, ofrecen su visión, con una verosimilitud propia de fotorreportero.
El recorrido, que cubre 25 años -la etapa madura de su carrera- se inicia en 1794, justo cuando el pintor acaba de recobrarse de una enfermedad que le dejó sordo y que a punto estuvo de llevarle a la muerte, y termina en 1819, pocos años antes de su fallecimiento.
Una experiencia que cambió tanto al hombre que, según la descripción de Manuela de Mena, "Goya vuelve de nuevo a la vida. Renace hasta tal punto que deja de lado lo accesorio y se centra en lo más importante: aunque no lo consigue, intenta ser independiente. Es la época de 'Los caprichos'".
De Mena, jefa del departamento de conservación de Goya en el Prado, habla desde muy dentro sobre un artista al que define "como intemporal y universal" y del que se emociona al esbozar, en unas cuantas líneas, su trayectoria. De su particular 'renacimiento' al inicio del siglo XIX (1800-1808) y, por supuesto, con parada importante en el conflicto (1808-1814) y en sus consecuencias (1814-1819).
"Utiliza la realidad para que entendamos ante qué estamos: sale el mobiliario, los animales, las joyas... Nos sitúa ante el personaje y nos adentra en él. Vemos el retrato y parece que estamos con esa persona, que vamos a continuar una conversación interrumpida", añade la historiadora.
Pero las estrellas son dos de sus obras maestras, recién restauradas y que se podrán contemplar como nunca las habíamos visto: 'El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos' y 'El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío'.
Ambas fueron pintadas en 1814 con la intención clara de exhibirse juntas, un deseo de Goya que no se cumplió hasta mucho tiempo después. La primera recoge la visión diurna y la segunda, la nocturna de unas pocas horas, y las dos tienen el mismo propósito: mostrar cómo la violencia engulle tanto al pueblo como a las tropas francesas en esas jornadas históricas.
Ninguna de las dos agradó demasiado a Fernando VII, probablemente porque no trataban de rendir tributo a una victoria, sino de mostrar la crueldad sin florituras. La historia de los lienzos, que formaron pronto parte de la colección del Museo del Prado, es casi tan llamativa como el momento que representa.
En 1936, como tantas obras de la pinacoteca, fueron trasladados a Valencia para protegerlos de uno de los frentes más duros de la Guerra Civil. Dos años después, un camión los llevaba a Gerona y, en el trayecto, en Benicarló, sufrió un accidente que provocó daños en ambas. El cuadro que más sufrió fue 'El 2 de mayo' que perdió dos fragmentos pequeños en el lado izquierdo.
Finalizada la contienda y de vuelta en el Prado, se intentaron subsanar los desperfectos disimulando los daños y los cortes sufridos por la tela y se aplicó una técnica llamada 'tinta neutra' en las porciones extraviadas, que no devuelve el esplendor pero logra que no se desentone con el total de la obra. También se les aplicó un barniz que había oxidado los colores y se había convertido en un velo amarillo, que era como hasta ahora las veíamos.
Esa pátina se ha retirado y ha podido recuperarse la transparencia original. También se han eliminado las tintas neutras y, con ayuda de la documentación previa al accidente, se ha reconstruido la parte que se había perdido.
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