domingo, 14 de diciembre de 2008

FIRMA INVITADA:LA HISTORIA UNA DISCIPLINA NO TAN INOCENTE

Según Paúl Valery, la historia es una ciencia peligrosa. Nosotros agregaríamos que es una disciplina en esencia conservadora y reaccionaria. Ya que básicamente en su “formato oficial” representa la opinión dominante, es decir, el punto de vista de quienes detentan el poder o se identifican con el mismo. La historia que se enseña en la escuela es cuando mucho una “moral y cívica” sin contenidos pertinentes ni propósitos críticos, una abstracción inútil sin conexión con los intereses vitales de los maestros y los estudiantes.

Entre, el programa oficial y el texto único, se impone de parte del docente de historia la necesidad de recuperar una historia comprensiva y útil, plural y tolerante. Quién enseña la historia debe procurar una justificación; su propia justificación en el ejercicio de la profesión y como ciudadano. No existe la historia aséptica ni los historiadores neutrales.

La memoria de un país, de una sociedad, de un pueblo y de un individuo, termina siendo caótica y traicionera. El olvido, esa beneficiosa y misteriosa sustancia, que nos permite filtrar los recuerdos, termina por convertirse en una terrible fuerza capaz de alterar la memoria. Algo semejante ocurre con el paso del tiempo, que todo lo erosiona y todo lo destruye. Desde entonces hemos tenido la necesidad de ordenar el pasado. Asumiendo lo significativo y trascendental, aquello que es digno de recuerdo, y le confiere a la existencia algo de sagrado y reverencial. Ese proceso de recuperar la memoria social y colectiva, algo necesario y sano, termina bajo el secuestro de quienes en última instancia son capaces de imponer lo que conviene recordar y lo que conviene olvidar.

La historia no es una ciencia inocente. Quién escribe la historia, sólo es capaz de mirar parcialmente e interesadamente lo que intenta explicarnos, aún aquellos que actúan de buena fe y con honestidad. Desde el Estado, cada hegemonía de turno, ha sentido la necesidad de identificar los hechos del pasado con su propuesta política en el presente. Desde entonces los recuerdos se acomodan a una lógica narrativa cercana al mito, la leyenda, lo religioso y al proselitismo político/partidista. El pensamiento racional y crítico, fundamental conquista para el avance de la ciencia, vive un intenso y desigual combate que le enfrenta a las ideologías, los fanatismos, las costumbres, las supertisciones, el pensamiento mágico-religioso, y de manera muy especial, las “imposiciones” desde el poder. El gran problema de la historia no son los hechos del pasado, sino como se les recuerda y quién recuerda. La carga ideológica, los intereses y la capacidad de imponer un tipo determinado de recuerdo es un proceso paradigmático común a todas las sociedades. Y ante esta situación el historiador debe estar prevenido.

Cuando las creencias son asumidas dogmáticamente terminan por convertirse en ataduras que esclavizan. El poder de sugestión de una idea es tan terrible, que ha llevado a la humanidad a dolorosas confrontaciones. La banalidad del mal nos ha hecho vivir en el absurdo y la tragedia. Y son muchas las ideas que la historia termina por infundir sobre los pueblos y las personas; ideas cerradas, sin matices, maniqueas, agresivas, racistas, excluyentes, y sobretodo, justificadoras de un status quo vigente hecho a la medida de un sector minoritario, dominante y explotador como en el caso de buena parte de la historia de América Latina. La historia deviene en propaganda sutil o agresiva de los valores que desde el poder se desean imponer a la mayoría. En última instancia, casi toda la historia que se enseña en la escuela, aupada por los estados y gobiernos a través del aparato educativo oficial, termina siendo propaganda.

Cuando un gobernante ejerce el poder despóticamente vulnerando la institucionalidad de toda una sociedad, como ocurre en el caso venezolano actual, es inevitable que se procuren acomodar los hechos del pasado a una lógica de dominación perversa. Bolívar, una vez más Bolívar. Todo su pensamiento y acción manipulado groseramente. Estatuas derribadas como la de Colón; ofensas provocadoras como la de introducir a un déspota irresponsable como Cipriano Castro al mismísimo Panteón Nacional o la de exaltar como figuras legendarias a “violentos” como Ezequiel Zamora y Ernesto Che Guevara. Aunque lo más grave, a nuestro criterio, es la persistente y retadora acción de reinventar los hechos de la “gesta” golpista del año 1992 como dignas de estudio, equiparándolas con el mismo proceso fundacional que representó la Independencia del país. Sabemos ya que en los oficios del Ministerio de Educación la figura de Hugo Chávez Frías ha sido igualada a la de los próceres como Miranda, Bolívar, Sucre, Bello y Roscio. El modelo de oficio dice en cuestión: "Caracas... A los 198º de la Independencia, 150º de la Federación, 10º de la Revolución Bolivariana". Obviamente, ésta reconstrucción selectiva del pasado, borra convenientemente situaciones, hechos y personajes “incómodos” sin ningún tipo de escrúpulos.

La historia termina siendo un completo despropósito; la misma negación de su propia esencia. Esta abolición de la historia, desde la imposición arbitraria y el uso indiscriminado del “complejo de Adán”, es algo irresponsable. O escribimos una historia contemplativa y académicamente correcta o nos atrevemos a reivindicar el pensamiento crítico sin concesiones ante el poder que aplasta y traiciona la memoria.

Angel Rafael Lombardi Boscán

Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia

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