domingo, 13 de enero de 2008

EL SENADO ESPAÑOL AMPLIARA SUS INSTALACIONES TRAS ADQUIRIR EL HISTORICO CONVENTO DE LAS REPARADORAS



Hace tres siglos daba miedo pasar por este edificio.

Una leyenda en su entrada lo decía todo: «Exurge Domine et judica causam tuam» (Levántate Dios, y juzga tu causa).

El actual número 12 de la calle Torija de la capital era la sede, entonces, del Consejo Supremo de la Inquisición.

Desde su abolición, varios han sido los usos de este típico caserón de trazas clásicas.

Primero fue Ministerio de Fomento -hasta su traslado al antiguo convento de la Trinidad en la calle de Atocha, en 1849-, después se convirtió en un hotel y, posteriormente, en imprenta, hasta que en 1895 se transformó en el convento de las Reparadoras.

Tras más de un siglo como sede de esta congregación religiosa, este palacete que combina los lienzos de ladrillo con la piedra de cantería se convertirá en la futura ampliación del Senado.

El convento representaba un viejo sueño para los empleados de la Cámara Alta.

Cuentan quienes trabajan en ella desde hace años, que ya en la época de Esperanza Aguirre como presidenta, ésta intentó hacerse con su propiedad.

No lo consiguió.

Ahora, después de varios encuentros y desencuentros entre las partes, el Senado ha conseguido cerrar la operación por 36 millones de euros.

La Congregación de María Reparadora, deberá abandonar estas instalaciones antes del próximo verano.

El nuevo destino ya ha sido elegido.

Según apuntó ayer su Hermana Superiora, la nueva sede de las religiosas se encuentra en el barrio de Peñagrande, en el distrito de Fuencarral- El Pardo.

«Son dos chalés adosados que vamos a unir para que en uno podamos construir la capilla y en el otro la residencia».

Lo más destacable del actual convento fue la construcción, en 1898, de su iglesia, levantada sobre una planta de cruz latina y decorada con elementos neorrománicos.

Una auténtica obra de arte para los amantes de la arquitectura sacra.

Fuentes de la Cámara Alta no sabían ayer cuál iba a ser el destino final de este templo.

No será hasta dentro de tres años, como muy pronto, cuando el Senado pueda ocupar estas instalaciones.

Al igual que en el Congreso de los Diputados, se prevé que un túnel subterráneo pueda unir el edificio original, situado en la plaza de la Marina Española, con el actual convento, ambos separados apenas por veinte metros.

No se descarta, tampoco, que la unión entre los edificios se pueda realizar a través de un pasillo elevado en superficie.

La Cámara Alta piensa aprovechar las nuevas dependencias para construir despachos y nuevos servicios.

Además, se aprovechará la ampliación para abrir salas a disposición de las comunidades autónomas, con la intención de responder al carácter territorial que en teoría debe tener esta institución.

Ahora, cuando la Cámara acoge las Conferencias de Presidentes o recibe a representantes autonómicos por cualquier otro motivo, debe desalojar algún despacho para ponerlo a su disposición.

El convento de las Reparadoras tiene su entrada principal en la calle Torija.

Allí se levantó en 1735 un edificio del arquitecto Ventura Rodríguez destinado a ser la sede del Consejo de la Suprema Inquisición, en una etapa de inactividad cada vez mayor de esta institución, que no fue sin embargo abolida hasta bien avanzado el siglo XIX.

Es un caserón de tres pisos de altura.

El Consejo de la Suprema era el máximo órgano de la Inquisición y estaba presidido por el Inquisidor General.

Sus funciones eran revisar las vistas y causas, ordenar inspecciones, dar instrucciones a los tribunales y actuar como uno de ellos para juzgar a los miembros del Santo Oficio.

Tras la abolición de la institución, el edificio pasó a ser sede del Ministerio de Fomento, luego fue transformado en hotel y después, en imprenta, hasta que en 1895 se convirtió en el convento de las Reparadoras.

La compra de este edificio corre a cargo de Patrimonio del Estado, dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda, ya que el Senado no cuenta con una partida para este tipo de operaciones.

La Cámara Alta había intentado comprar antes el Instituto de Estudios Constitucionales, ya que es la única esquina de la manzana que todavía no está bajo su propiedad.

La negativa del Instituto le llevó a pujar por el convento.

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